Limón&Vinagre

Risueño y al final feliz

Karim Benzema, en la ceremonia de presentación que le organizó el Al-Ittihad, su nuevo club.

Karim Benzema, en la ceremonia de presentación que le organizó el Al-Ittihad, su nuevo club. / Stringer / Reuters

José María de Loma

José María de Loma

Benzema siempre quiso vivir en Arabia Saudí. Lo ha disimulado muy bien. Benzema tildó al país que ahora le da trabajo como un paraíso, como una nación atractiva y musulmana que lo hará feliz. El lugar donde siempre quiso morar. Si no fuera poco elegante hablar de dinero, diríamos que tal vez a esa felicidad va a contribuir también el salario que percibirá -ya sean los 200 millones de euros al año que se dijo en primera instancia o los 32 que se manejan ahora como cifra más cierta-. Cifra nada baladí en cualquier caso. A veces escribo solo para poder emplear la palabra baladí. Toda una vida, o sea, «siempre», queriendo vivir en Arabia Saudí y nosotros sin enterarnos. Catorce años en el Real Madrid y todos los madridistas en Babia, oye. Ajenos a su sufrimiento.

El hombre venga ganar títulos (y dinero) y aprecio social y venga marcar goles y dar buenos pases y lo que estaba es disimulando su anhelo de vivir en ese paraíso (para los jeques), de infernal temperatura, democracia inexistente, taimada diplomacia e insuficientes derechos humanos al que le ha dado por el fútbol. Ya le podía haber dado por los partidos políticos. Fútbol para ganar prestigio o por capricho. Fútbol en su vertiente comprar estrellas declinantes (astros no, que sol les sobra) que puedan aún galopar medio partido, meter muchos goles y hacer proclamas en las ruedas de prensa sobre las bondades saudís. Antaño se llevaban más las delicias turcas.

Lavar la imagen

En realidad, lo sepa o no, el gran Karim, como otros jugadores occidentales que allí han recalado, cobran también implícitamente -implícitamente, que se me entienda- por lavar la imagen del país. Dulcificarla. Que les va en el sueldo, vamos. En realidad, pues como cuando alguien llega al Barça y dice: «Visca Catalunya». Cuando llegas al Athletic de Bilbao no dices nada, porque si has llegado, es que eres de allí y ya sabes de qué pie cojea cada cual. Incluso de qué pie cojean los que mejor corren.

Mejorar la imagen del país, decíamos. No obstante, se descarta por ahora que vayan a sustituir el saque de falta por el ojo por ojo. Arabia es una cultura fascinante y subyugante y muchos más apellidos acabados en ante; una cultura y un territorio apasionante y plagado de historia. Otra cosa es su contexto político coyuntural. Por si hiciera falta aclararlo.

Nunca pude imaginar mezclar en el mismo texto Benzema y la expresión político coyuntural, merecedor como es Karim de los más sinceros y elogiosos adjetivos. Incluso de esos adjetivos ‘vulgarotes’ que salen en tropel por la garganta emocionada del cronista deportivo en éxtasis madridista. Merecedor porque hizo feliz a millones de españoles, europeos, árabes, hindús, chinos y gentes de cualquier latitud. De Usera a Valparaíso. Con sus carreras, regates y carácter. Por su autoridad y golazos. Un Dios en sí mismo que busca, ahora, otros dioses.

El exmadridista congregó el día de su presentación en el estadio King Abdullah Sports City del Al-Ittihad a 60.000 personas. Bendito sea si contribuye a que las mujeres puedan ir a los estadios. Y a que puedan ir sin velo. Muchas había así en esa cita, según recogen las crónicas.

Nuestro protagonista hace feliz a mucha gente, pero procura prontamente su felicidad. Últimamente con los coches. Ahí es nada el que lució el otro día, un carro de 625 caballos valorado en más de 150.000 euros. No importa. Se le perdona la ostentación, se le perdona el impostado amor arábico. El talento a veces tiene como pariente al ridículo. Si es que lo suyo no fue diplomacia. Pero en esto, Benzema no se diferencia del resto de los mortales (y balompedistas). En esto del amor a las ruedas, la velocidad y los juguetes de cuatro ruedas que trasciende religiones y fronteras, creencias, dorsales y camisetas.

Más de 430 goles

Karim Benzema al fin es feliz. Nos falta verlo en camello. Nos lo imaginamos en su jaima. Con otros occidentales bebiendo té al atardecer luego de enfervorizar a los saudís. Gloria (bendita y saudí) para este hombre nacido en 1987 en Lyon de abuelos argelinos y que ya ha marcado más de 430 goles oficiales en su carrera.

Todo el mundo tiene grabada en su retina una jugada de Benzema. Usted también, lector, si ha llegado hasta este punto del texto. Pero para él, hasta ahora, calderilla vital. Su felicidad empieza ahora. Dice.

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