Error del sistema

La mácula del odio

Si la izquierda reparte semillas de indiferencia, la ultraderecha recoge los frutos

Emma Riverola

Hemos crecido sabiendo del horror nazi. Infinidad de libros y películas nos lo han narrado desde todos los ángulos posibles. Entre tantos relatos, siempre una pregunta: ¿cómo los alemanes llegaron a odiar a sus vecinos, amigos, compañeros de trabajo judíos? Es la mácula del odio. Esa que brota de la deshumanización de un grupo y va creciendo hasta invadirlo todo. La gran mayoría de los alemanes comulgaron con el nazismo, y sus hijos heredaron la culpa.

Con sus pactos de gobierno, el PP no solo bendice a la ultraderecha, sino que permite que las instituciones de Valencia, Aragón o Baleares se pueblen de personajes vocingleros y faltones, homófobos, racistas y negacionistas. Vox se exhibe, sabe que hay una masa crítica favorable. Cuando el partido de Abascal cuelga una inmensa lona en Madrid de una papelera a la que arroja, entre otros, símbolos LGTBI, feministas o independentistas está gritando que miles, millones de personas son basura. Lo grita porque está convencido de que ese odio regurgitado le llevará al Gobierno. Si lo consigue, entonces ya no se detendrá en los símbolos. 

No es la economía lo que está poniendo en riesgo al Gobierno de Pedro Sánchez, todo lo contrario. Sus recetas económicas han sido bendecidas, incluso admiradas, internacionalmente. El combate es ideológico. Si Vox llega al Gobierno e impone su plan retrógrado, centralista y carente de solvencia, se disparará la crispación política y se producirá una degradación del sistema público de protección. Crecerá la desigualdad, aumentará la pobreza. ¿Y qué quedará? El odio. El odio como elemento aglutinador. El odio al discrepante político, a los migrantes y a la basura.

Y de nuevo la pregunta: ¿cómo hemos llegado hasta aquí? Es evidente que una ola reaccionaria se extiende por Europa. Una ola tan fuerte que la izquierda a menudo se ha asido al pragmatismo y a la tibieza moral, creyendo que así la resistiría. 

Hace un año se produjo la tragedia en la valla de Melilla. No hubo dimisiones y el Gobierno culpó a las mafias. Contemplar las imágenes de la agonía de decenas de personas con la banda sonora de las excusas es una invitación a creer que esas vidas no importan (otra papelera).

Si la izquierda reparte semillas de indiferencia, si renuncia a la educación, el cuidado y la defensa de los principios éticos, la mácula crece y la ultraderecha recoge los frutos. Hacia Sánchez se ha desatado un odio que tiene mucho de irracional y de sectarismo

Pura degradación que amenaza con engullirnos.  

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