LA FELIZ GOBERNACIÓN

La derecha según Federico

Tiene gracia que alguien tan malhablado (aunque hable correctamente, que no es lo mismo) escriba casi sin rastro del vitriolo que expele cada mañana ante el micrófono

Federico Jiménez Losantos, con la ventrílocua Díaz Ayuso

Federico Jiménez Losantos, con la ventrílocua Díaz Ayuso / Ilustración de Miguel López-Guzmán

Ángel Montiel

Ángel Montiel

Federico Jiménez Losantos ha escrito una novela de intriga, amor, sexo y onanismo camuflada como un ensayo. Se titula El retorno de la derecha, que sigue a su enterior tratado, La vuelta del comunismo. De entrada parece contradictorio que el comunismo y la derecha regresen a la vez, pero hay una teoría del eterno retorno que podría explicarlo, y mejor el propio Federico, que tiene respuesta para todo.

Hay que leer a Jiménez Losantos, primero porque escribe muy bien. El castellano vuelve a ser un idioma juguetón e insuperable en sus teclas. Y tiene gracia que alguien tan malhablado (aunque hable correctamente, que no es lo mismo) escriba casi sin rastro del vitriolo que expele cada mañana ante el micrófono. Digamos que la corrección jurídica le obliga a ser sutil, aunque no menos expresivo. Y segundo, porque para saber qué pasa por los intestinos de las derechas no hay nada como atender a sus indiscreciones.

De periodismo no hay nada, sino todo lo contrario. Admite haber hecho de recadero de Casado ante un expresidente de Endesa para que le acompañara en la candidatura electoral y hasta que redactaba ciertos whatsapps para Olona, es decir, en misa y repicando. Periodista de día y asesor político de noche. Pero todo por una causa superior: acabar con el sanchismo. Acabar con el sanchismo es tan imperioso que no importa acabar antes con el periodismo.

He dicho que la novela es de intriga: en un capítulo demuestra que Vox está infiltrado por una secta religiosa, como tal secreta, y de origen mexicano denominada El Yunque, que estaría fagocitando la voluntad liberal de Abascal. Una tesis apasionante que en provincias nos obliga a hacer de detectives para intentar detectar a los íncubos. Por ejemplo, siguiendo sus pistas, sería de El Yunque la nueva presidenta de las Cortes Valencianas, porque es de Hazte Oír, y Hazte Oír es El Yunque. En Murcia, siguiendo el rastro, me huele que de El Yunque podría ser alguien que ya no está en Vox y presume de valores.

Pero la novela también es de amor. Amor desatado por una heroína exclusiva en la que residen todas las esperanzas de una derecha desnortada que cambia de líderes pero mantiene el maricomplejismo. Isabel Díaz Ayuso es su icono, su horizonte, su deidad, y sobre ella traza un perfil en el que mezcla política, psicoanálisis y amor platónico. En realidad, Losantos se muestra como el escudero de la dama, capaz de defenderla a sablazos dialécticos contra cualquiera que ose contradecirla, con más ahínco y desprecio si se trata de alguien de su partido. Pobre de quien ose cuestionarla, pues enseguida será distinguido con un mote y lanzado a las calderas del socialcomunismo. Más allá de Ayuso no hay prueba de vida, sino el infinito vacío, el agujero negro de la nada.

También es una novela que contiene el ingrediente imprescindible de los bestsellers: el sexo. No explícito, desde luego, ni siquiera insinuado como tal. Pero hay algo más motivador que el sexo: el morbo. Una de las escenas reproduce una entrevista a solas con María Dolores de Cospedal en un despacho del ministerio de Defensa una tarde en que libraba todo el personal funcionario con la excepción del portero, ambos, el autor y Cospe, casi rodilla con rodilla con unas tazas de café por enmedio, arrebatada la ministra por mil dudas acerca de si debía presentarse a las primarias del PP, atormentada por la expectativas de su rival, Soraya, y entregada al consejo consolador de Federico. Hay en la escena una sensualidad mareante que ni en Madame Bovary.

El otro puntazo de inquietante clímax se produce en la propia casa del autor, en ausencia de otros habitantes, donde se reproduce una nueva escena de sofá, esta vez con Macarena Olona, también ella acosada por deliquios: hacer el camino de Santiago y romper definitivamente con Vox o plegarse con discreción a la espera de una nueva oportunidad en ese partido. Otro encuentro íntimo atravesado por el tormento y el éxtasis, aunque esta vez la protagonista burla a su consejero y sigue su propio instinto, naturalmente hacia la perdición.

Finalmente, también es una novela onanista: todo lo que ha pasado y pasa en la derecha ha tenido por testigo al programa de radio de don Federico, que nos regala páginas y páginas de transcripciones de entrevistas para testimoniar sus anticipaciones y admoniciones. La tesis del relato es que la derecha española organizada en partidos desprecia (salvo Ayuso, claro) a quienes la votan, pues hace lo contrario de lo que la base sociológica espera de ella, que sólo cuenta con un intérprete verdadero: FJL. Y es por esto por lo que cada mañana aparece cabreado. Novelón.

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