De vuelta

La Inquisición Progresista

Santiago Delgado

Santiago Delgado

Veo en televisión a las ministras Alegría y Rodríguez indignarse porque por esas Autonomías de Dios han jurado cargos de diversa altura personas que conculcan los laico-sagrados dogmas del Progresismo: violencia de género, cambio climático e inmigración libre y subvencionada. Y hablan, ya digo que muy indignadas porque eso sea posible y no caiga un rayo fulminante sobre esas personas que digo. Sobre esos herejes de lo moderno. Y olvidan que esos nuevos políticos son personas, no alienígenas infectados de extraños virus que habrán de exterminar nuestra especie.

Y es que se comportan como si sus dogmas, los antedichos y otros, fueran de obligada aceptación y cumplimiento por parte de todos, izquierdas, derechas y mediopensionistas varios. Ya tenemos el nuevo evangelio: el Progresismo. Quien no lo siga, anatema sea, y contra él, cordón sanitario que dijo aquel actor subvencionado.

Que no, que no, que se puede pensar diferente a la secta 20-30 y seguir siendo ciudadano con derecho a la libre expresión, y sin debida obediencia a ningún credo de la pretendida modernidad. Yo no voy a decir aquí lo que pienso de esa trilogía sectaria, ya lo he dicho en otras ocasiones. Y no lo digo porque la libertad del no decir es más sagrada aún que la libertad del decir. Que no es un alegato esta prosa contra los dogmas progres: Sí lo es contra su consideración de obligada creencia y posterior cumplimiento. Que el pensar es libre, y lo será siempre, pese a los lacayos del 20-30. Que no cabe indignarse contra quien piense diferente a nosotros. Y que no hay que perder la perspectiva del relativismo intelectual nunca. Perderla es convertirse en un intolerante, que es la antesala del fascismo. Y que si los que piensan de manera diferente a las ministras Alegría y Rodríguez llegan a mayoría en el legislativo tienen derecho a cambias las leyes queer y woke, que es la manera estúpida de propagar la agenda 20-30, amparándose en el estúpido prestigio de los anglicismos. 

Lo que no debiera tener posibilidad de existir es la intención de perpetuarse en el poder a base de copar el Estado y tener en las manos del Gobierno todas las herramientas que harían posible unas elecciones amañadas. Que luego se usen o no se usen es otra cuestión. Hablo de tener esas herramientas. El actual Ejecutivo las tiene, luego tengo derecho a sospechar.

Pero vuelvo a lo mío tras el excurso: dejen de tratar, señores y señoras de la izquierda y la ultraizquierda, a sus ideas como las únicas honradas y definitivas. No lo son. Y, les guste o no les guste, hay quienes no comparten su idearium desde la libertad de conciencia: la más alta libertad de todas.

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