La Feliz Gobernación

La verbena popular

La conquista del poder territorial, primer paso para iniciar otra década de mayorías absolutas del PP, lo que requiere aislar y desactivar a Vox

De izquierda a derecha: Noelia Arroyo (Cartagena), José Ángel Alfonso (Molina de Segura), Visitación Martínez (presidenta de la Asamblea), Juan Francisco González (Caravaca), Cati Herrero (Fortuna), Severa González (Jumilla), Fulgencio Gil (Lorca), Patricia Fernández (Archena)

De izquierda a derecha: Noelia Arroyo (Cartagena), José Ángel Alfonso (Molina de Segura), Visitación Martínez (presidenta de la Asamblea), Juan Francisco González (Caravaca), Cati Herrero (Fortuna), Severa González (Jumilla), Fulgencio Gil (Lorca), Patricia Fernández (Archena) / Miguel López-Guzmán

Ángel Montiel

Ángel Montiel

Las dificultades del PP para formar un Gobierno en solitario no empañan la gran transformación política que ha traído las últimas elecciones. Queda muy atrás la derrota de 2019, que a punto estuvo de sacarlo del poder, pintó de rojo el mapa municipal y sufrió el sorpasso de Vox en las legislativas. El pasado 28J el PP enfiló de nuevo el camino de la suficiencia y puso en el horizonte otra nueva década de hegemonía plena.

Con independencia de las incertidumbres sobre el nuevo Gobierno, que de una manera u otra se acabarán resolviendo en favor del PP, ha quedado fijado un poder municipal del que este partido no gozó ni siquiera en los años más fecundos del valcarcelato. Hoy cuentan con alcalde popular Murcia, Cartagena, Lorca, Molina de Segura, Caravaca, Jumilla, Cieza y un larguísimo etcétera, en muchos casos con holgada mayoría absoluta, en otros complementada por la abstención de Vox y en unos pocos con la incorporación de éste al gobierno (el más importante, Molina); en unos escasos enclaves ha descendido, aun siendo el mayoritario (Yecla), lo que se explica tal vez por el desplazamiento a la política regional de su alcalde de las absolutas. Mientras, el PSOE sobrevive allí donde es históricamente intratable (Calasparra, Bullas, Los Alcázares) o donde el factor humano se impone a las siglas (Águilas).

Las cinco primeras ciudades de la Región están por primera vez en manos del PP, y esto en un momento en el que todavía este partido no ha recuperado la mayoría absoluta autonómica, pues el ala sociológica a su derecha mantiene una evolución emergente. Lo cierto es que la derecha en su conjunto dispone de treinta diputados de un total de 45, y ha superado su porcentaje estructural respecto al que mantenía en su entente con la izquierda desde mediados los años 90, lo que indica que hay derecha para rato.

El pulso electoral no fue nada comparado con el que se da en este momento, pues de cómo se resuelva dependerá el futuro del PP. Porque es obvio que lo que este partido necesita, una vez ha puesto los cimientos y las vigas maestras a lo largo y ancho del territorio, es desembarazarse durante los próximos cuatro años de la pupica de Vox. Y para que esto ocurra ha de evitar alimentarla, promocionarla, prestarle un protagonismo de ejercicio y programático que lo contaminará y podría dar alas a la izquierda. Ésta se encuentra en su momento más bajo, pero el PSOE, a pesar de las reticencias naturales de su actual nomenclatura, tendrá inevitablemente que renovarse, y está por ver, si Sánchez cae en las generales, que no lo haga de manera dramática, pero lo hará.

Hay un parte del PP, impaciente y cortoplacista, que cree que aliarse con Vox es una consecuencia lógica, que la sociedad en general ha naturalizado a la extrema derecha, y que lo importante es gobernar sin complejos, evitando que el electorado que nutre a ambas alas sufra el desconcierto por la resistencia a acuerdos que no les parecen fundamentales en un ámbito que, con más o menos matices, pueden compartirlos.

Pero hay otra parte, más estratégica, en la que se sitúa López Miras, que ve los resultados del 23J como el primer peldaño de una escalera hacia un futuro irresistible, en el que lo que estorba es precisamente Vox. Por tanto, no parece que la mejor manera de emprender ese camino sea robustecer a los abascales empotrándolos en el Gobierno.

El PP ha adquirido anchura devorando a Ciudadanos y atrayendo a votantes socialistas que se han dejado seducir por la intensa propaganda que caricaturiza al sanchismo como el Mal, y en el caso de la Región, con la veta añadida de la endeblez de la oferta local. Ese flanco, tan electoralmente productivo, no lo quiere perder el PP sin el riesgo de que la izquierda encuentre una línea de recuperación y avance.

Cuando en 2019 López Miras pactó con Ciudadanos no tuvo que hacer ninguna concesión sustantiva en aspectos políticos más allá de las parcelas de poder que delegó. Pronto pudo comprobarse que, en realidad, lo que se aportaba desde aquel partido reproducía las mismas políticas del PP, si acaso con el único inconveniente de que los consejeros eran menos competentes. Sin embargo, una alianza de Gobierno con Vox no tendría resultados tan inocentes. No sólo por la impregnación ideológica, el estigma que conlleva la ultraderecha, sino porque Vox no quiere entrar al Gobierno para figurar, sino para gobernar. Y no se conformaría con cualquier cosa (véase la Comunidad Valenciana). Quieren, como poco, Agricultura y Medio Ambiente.

Contamos con pocas nociones sobre el programa de actuación de López Miras para la actual legislatura (derogar el sanchismo no parece que sea en sí mismo un programa), pero ha venido anunciando que una de sus prioridades es el medio ambiente. Por los antecedentes conocidos podemos sospechar que esa preocupación será a la manera del PP, pero en todo caso parece disponer de la voluntad de intervenir más efectivamente en un área que con frecuencia se convierte en palanca de la izquierda. Por tanto, que la prioridad de López Miras (agricultura, agua, medio ambiente y Mar Menor) quedara en manos de Vox, cuyos criterios sobre estas materias son bien conocidos, arruinaría de entrada el propósito de dirigir un Gobierno moderado, tal como anunció. Poner tan sólo en discusión la Ley de Mar Menor supondría, aunque parezca anecdótico, un trago amargo para alcaldes como José Miguel Luengo, quien durante la campaña que le facilitó mantener la mayoría absoluta fue, literalmente, casa por casa de San Javier para explicar que la Ley no se tocaría.

Por mucho arte que se diera López Miras en la gestión de su Gobierno, el sarpullido constante de las políticas de Vox desde los departamentos a su cargo impediría que el presidente pudiera terminar de afianzar la consolidación del liderazgo social en que ha avanzado en las últimas elecciones.

El pulso, pues, es a vida o muerte. Si López Miras cede tendrá Vox para rato, perderá crédito y abrirá un filón para la izquierda, además de que habrá sectores sociales ligados al PP que se desprenderán definitivamente de él para abrazarse al ala dura y consolidarla. Pero en Vox saben que si no consiguen su objetivo y le toman miedo a la repetición de elecciones facilitando la investidura de López Miras su destino será el de permanecer enfurruñados e inactivados en su bancada de la Asamblea, tan prescindibles como sus compañeros en la corporación capitalina, superados por la mayoría absoluta de Ballesta. Y esto con un PP fortalecido en la red municipal, con un líder regional crecido y con el apoyo permanente de los sectores económicos que exigen estabilidad, un PP dispuesto a darles el zarpazo letal en la ocasión más propicia, pues el adelanto electoral gravitaría a lo largo de los cuatro años.

PP y Vox en el jardín de los senderos que se bifurcan.

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