Tiempo de verbenas

Julio son también las vacaciones, interrumpidas este año por una elecciones generales de toalla, bermudas y bikinis, y también la soñada paga extra, cada vez más escuálida, la que venimos invirtiendo desde enero, un respiro efímero en tiempos de precios desorbitados

Asistentes a la Verbena de la Prensa en el Murcia Parque, años sesenta.

Asistentes a la Verbena de la Prensa en el Murcia Parque, años sesenta. / Archivo TLM (foto coloreada)

Miguel López-Guzmán

Miguel López-Guzmán

A julio se le recibe en mangas de camisa; pero es inútil. El cuerpo humano se convierte en laboratorio de transformación que asimila líquidos frescos y fabrica sudores cálidos. Cansancio, sueño. Vivir en el desierto sin estar preparados, y hoy mucho menos, debido a la reciente tala de árboles llevada a cabo por la autoridad municipal saliente y su plan de movilidad (un plan que nos hace inamovibles). Toda una ocurrencia. Transitar por la plaza de Belluga o por las cercanías del yacimiento de San Esteban al mediodía es todo un acto de heroísmo. Cortan árboles y ni siquiera regalan al ciudadano una mísera gorra con la que protegerse de los abrasadores rayos de sol.

Los locales públicos se refrigeran, las bebidas se hielan, ventiladores y todo tipo de artilugios hacen horas extraordinarias en todos sitios; los baños se imponen, y un charco de agua es una paraíso de bañistas. Ayer fueron los botijos y abanicos los que hacían composiciones de bodegón en las casas, hoy se baja la temperatura al frigorífico, al congelador o al acondicionador de aire. Se pretende combatir el calor, hacer soportable el infierno. Hay que escapar al mar o a la sierra. En el asfalto sólo quedaran los más sufridos.

Julio son también las vacaciones, interrumpidas este año por una elecciones generales de toalla, bermudas y bikinis, y también la soñada paga extra, cada vez más escuálida, la que venimos invirtiendo desde enero, un respiro efímero en unos tiempos de precios desorbitados. Siempre nos quedarán los grifos de cerveza, los que ayudan a calmar la sed en bares urbanos y chiringuitos playeros. Volverán, una vez más las verbenas, último vestigio del ayer para el disfrute vecinal. Recurso festero para ayuntamientos que permiten unas bocanadas de aire fresco en las largas noches estivales. Llegan de forma primeriza con la noche de San Juan y sus hogueras, imposible no recordar cada año al artista plástico y diseñador Javier González Alberdi, ido demasiado joven, que supo recuperar con ilusión para su murciano barrio de San Juan, la tradición del fuego purificador.

El verano sigue siendo un tiempo de verbenas, de farolillos, de chocolates, anisetes y churros. Un canto a la belleza de jóvenes reinas de la verbena, envueltas por la juventud, los aromas de bronceador y las lágrimas de sufridas abuelas que sienten con nostalgia la marcha de su tiempo.

 La música disco ha sustituido en gran medida a las orquestas y grupos musicales que como Los Capicúas, Los Brujos, la del maestro Acosta o la Rusadir amenizaron las noches de estío entre el rumor de las olas del mar.

Cómo no recordar aquellas verbenas urbanas en el ‘Murcia Parque’, en el ‘Cine Imperial’, en el ‘Nairobi’, allá en el Botánico. Célebres verbenas de la Prensa en la Murcia sudorosa, con voluptuosas vocalistas de trajes ajustados y pronunciados escotes que atendían las solicitudes musicales de los allí congregados entre serpentinas y confetis. Escuchar versiones de canciones de Machín e imaginar miradas al mar de Jorge Sepúlveda. Bailar la Conga, el Cha-cha-cha o el Twist. Llevar el ritmo versionado de Cugat y Abbe Lane o pedir disculpas por el pisotón a la mujer pretendida en un baile agarrado, dejándonos llevar por aquellos ojitos negros que te miraban embelesados gracias a la genialidad del Dúo Dinámico.

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