Tribuna Libre

El plan de movilidad en el inicio del nuevo mandato de Ballesta

La realidad se impone, y al margen de las grandilocuentes declaraciones, hay que gobernar y tomar decisiones. Y Ballesta no puede olvidar ni descolgarse de declaraciones hechas en campaña electoral del cariz de "voy a detener el Plan de Movilidad en cuanto llegue al gobierno municipal"

Toma de posesión de José ballesta.

Toma de posesión de José ballesta. / Juan Carlos Caval

Joaquín Contreras

Con una mayoría mucho más que holgada, José Ballesta ha vuelto a coger el bastón de mando de la alcaldía de la capital de la Región con una mayoría que a algunos nos recuerda el rodillo con que su antecesor Cámara gobernó durante un cuarto de siglo. 

Nadie podrá poner en duda un resultado electoral del que no tardó en alardear dentro de su estilo y lenguaje de buen comunicador y sus formas correctas y normalmente comedidas. Declaró que «había llegado la hora de la generosidad y de la amplitud de miras», apeló a transformar Murcia «pensando en el futuro con nuestros hijos y nietos como protagonistas en todos y cada uno de los barrios y pedanías». «Creo en los acuerdos que transformen la sociedad haciéndola avanzar», «somos transformadores de la realidad social». Palabras grandilocuentes en su acto de nombramiento en un Salón de Plenos que quedó pequeño con tiernas escenas de nietas incluidas. 

Con una corporación en la que los grupos pequeños habían desaparecido, sin Ciudadanos, ni Podemos, ni IU, ni ningún otro grupo, la estructura quedaba limitada a tres colores; el azul, el rojo y el verde, con una mayoría suficiente del grupo popular que podía prescindir de los demás, tanto para gobernar como para tomar acuerdos en los Plenos. Sin embargo algo flotaba en el ambiente creado hábilmente por el señor Ballesta, que llegó a dar lugar a titulares del estilo «Ballesta no quiere gobernar solo».

Pero una vez constituido el nuevo gobierno municipal, la toma de decisiones no podía esperar. Y si había un tema que habría de levantar ampollas era el de las obras del Plan de Movilidad que tiene «patas arriba» muchas de las vías de la ciudad, sobretodo en los barrios del Sur, como el Carmen. 

La realidad se impone, y al margen de las grandilocuentes declaraciones, hay que gobernar y tomar decisiones. Y Ballesta no puede olvidar ni descolgarse de declaraciones hechas en campaña electoral del cariz de «voy a detener el Plan de Movilidad en cuanto llegue al gobierno municipal». Y efectivamente, ya ha anunciado que en 15 días reabrirá el tráfico del coche privado por el Puente Viejo y Plaza de Camachos, mientras espera respuesta del Ministerio de una moratoria para el Plan de Movilidad, sobre lo que Vox no se conforma y pide que paralice todo el Plan.

El horizonte postelectoral de Ballesta clarifica algunas dudas que pendían de sus mensajes pidiendo el voto el 28M, que en algún momento pareció ceñirse a un área tan concreta como Espinardo y su Calle Mayor. El resultado electoral ha dado fuerza al ‘realcalde’ y parece que quiere dejar claro quién manda en La Glorieta: «Al Carmen con mi coche bajo el brazo por el Puente Viejo como toda la vida. ¡Con un par!». ¿Y también por el Puente Pasarela? Así los carmelitanos podremos volver con nuestro coche a cuestas por dos puentes en vez de por uno. ¡Qué gozada! 

Así tapamos la boca a los que siempre quieren más coches, más regadíos junto al Mar Menor, más odio interétnico…  

Pero además, Ballesta despeja otra duda: la suscitada por aquel mensaje: «no quiero gobernar solo». Porque si no tiene nada más que dos con quien pactar y a uno de ellos le desmonta y le destruye su obra de media legislatura no será para pedirle ‘pactos’. Blanco y en botella, Ballesta sólo quiere pactar con quien su partido está pactando en media España. Otra duda resuelta, para los que la tuvieran.

Pero puestos a clarificar, convendría hacerlo con otra dimensión propicia a la demagogia y a la manipulación en la que esta nuestra Arcadia es pródiga y cuenta con medios ingenuos y cándidos en el mejor de los casos, que paren titulares sin número nada rigurosos sobre movilizaciones de grupos sectarios con intereses de parte a los que se les adjudica una representación que no tienen: la de los vecinos. Porque una cosa es ser vecino, habitante, morador, residente y otra muy distinta ostentar la representación de este colectivo. Y esta condición ha sido regalo de medios con demasiada frecuencia. 

El movimiento vecinal fue el primero permitido en España por el régimen preconstitucional y ha sido objeto de abundantes intentos de manipulación por parte de partidos políticos de ideología diversa que han tratado de minar su independencia en beneficio propio. No es el momento pero quien esto suscribe militó en él desde los años 70 del pasado siglo y podría dar fe.

Durante el periodo de implementación del Plan de Movilidad Sostenible que en estos momentos está en marcha un colectivo autodenominado ‘Cierran mi barrio’ se ha arrogado una representación que en absoluto les correspondía, la de los vecinos de los barrios que ha pretendido movilizar. Ni tan siquiera la del colectivo más directamente aludido, los comerciantes, bajo el lema «Si cierran mi barrio, cierran mi negocio», pues muchos de ellos no asumieron nunca esta dinámica ni este lema engañoso que sólo encubría un objetivo: el derrocamiento del gobierno municipal que pretendía desarrollar el Plan de Movilidad, sin atenerse a las razones y a la realidad emanada de situaciones similares en nuestra propia ciudad, Plaza Belluga, entorno de la Catedral, Plaza de Santo Domingo, etc. Viene a ser el último caso de manipulación del movimiento vecinal por los partidos que estaban detrás de este colectivo moviendo sus hilos cuyo color verde y azul no han disimulado en ningún momento. Con una explicación sucinta y expresa sin pudor alguno, uno de sus cabecillas, Jerónimo Jover, en La Verdad, 7-07-2023, espeta: «’Cierran mi barrio’ ya está amortizada» (sic); evidentemente su objetivo era derrocar al gobierno anterior y estaba cumplido. Ahora se inventan «una asociación vecinal» para enmascarar la misma dinámica al servicio de quien los sustenta.

Lo que está en juego no es la circulación por un puente o por otro, sino la defensa de una ciudad amable, verde y sostenible, en la línea de los grandes nuevos urbanistas como Carlos Moreno y su ciudad de los quince minutos o las supermanzanas, que priorizan los derechos del peatón frente a la ciudad para el coche, que algunos se empeñan en mantener como símbolo de un progreso indiscutible en otros tiempos, pero hoy cuestionable y caduco.

Así lo ha entendido una parte de la ciudadanía que se ha mantenido al margen de este teatro servil de ‘Cierran mi barrio’, pero que no está dispuesta a asumir cacicadas de nadie, sino decidida a defender la nueva ciudad frente a la que urbanistas venidos de otras latitudes, en diciembre de 2020, dijeron que no procedía mantener como pretendía el alcalde del momento, también Ballesta, en un foro exprofeso, Conexión Sur, abierto con unas expectativas de apoyo que no cosechó. Enrique Bardají, Ibón Areso, Francisco Burgos y José Mª Ezquinaga no respaldaron la propuesta del alcalde Ballesta. 

Parece que el nuevo Ballesta olvidó aquella lección, obviando que los votos no siempre dan razón

Los vecinos de nuestros barrios se lo recordaron el jueves, a las 20 horas, sobre el Puente Viejo. El mismo puente cuyas piedras se desgranan y corroen, olvidado y abandonado a pesar de contar con la declaración de BIC y sobre el que el ‘realcalde’ quiere cargar más circulación, más tranvías, más sobrepeso, cuando lo que realmente procedería es descargarle peso o incluso peatonalizarlo, lisa y llanamente.

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