Mamá está que se sale

Otra oportunidad

Elena Pajares

Elena Pajares

Nunca sé exactamente la edad que tengo. No es que no tenga la menor idea, tampoco es eso, ni que me ponga quince años arriba o abajo, y más o menos sé qué años tengo, pero cuando me preguntan mi edad, hace mucho que oscilo entre dos posibilidades. Me suele preocupar cero, soy una firme defensora de la edad mental más que de la puramente cronológica y, de hecho, sólo me intereso por saber cuál es mi edad cuando me la preguntan para algo importante, no sé, en el médico o para el carnet de conducir.

No suelo ir muy desencaminada, no te creas, aunque para asegurarme y al menos saber bien mi edad, a los que sé que son de mi año les voy preguntando en cuanto veo que empiezan los cumples de enero, así sé cuántos cumplimos, y esa es mi forma de situarme. 

Pero nunca me había pasado lo de este año. Lo he pasado entero, en serio, pensando que tenía 46. Convencida. Hasta me daba cierto sentir raro, de pensar que ahora cumplía 47 y ya me estaba acercando a los cincuenta.

El caso es que, durante el año, calculaba con las manos, en plan cuenta de la vieja y veía que, si yo soy del 77, me salía que tenía 45, pero alguien me había dicho, o así lo había entendido, que tenía 46. No es algo que me preocupase, pero las veces que lo había pensado, me decía a mí misma como en el chiste ese del muerto que se incorpora en la camilla y le dice a la mujer «Fulanica, ¡que estoy vivo!» y la mujer en vez de hacerle caso le grita «calla idiota, ¿es que vas a saber tú más que los médicos?». 

Pues yo igual, si decían que 46, pues 46. Tampoco me iba a poner con la calculadora.

Así que no imaginas, hace unos días, el shock que me supuso cuando cierta persona, con la que me llevo cuatro años y que cumple dos semanas antes que yo, me dijo que celebraba su 50 cumpleaños. Yo convencida de que ya los tenía, y que este año cumplía 51. 

Por un momento me dio rabia pensar que el año que he tenido 45, esa cifra tan graciosa, lo había pasado en blanco. Qué lástima. Hay quien hace fiestas de cumpleaños de cifras redondas también con esos años. Pero, por otro lado, me dio por pensar lo bueno de volver a cumplir 46. Como si echara el tiempo hacia atrás. Qué bueno volver a empezar este año. Como haber hecho un simulacro. 

¿Te imaginas volver a hacer esas cosas que te salieron reguleras, sabiendo cuándo van a ser y en lo que te vas a equivocar, para estar más atenta?, ¿o saber lo que va a ser buenísimo y esperar sólo a que pase para bañarte y regodearte en ese momento?

Ahora ya se me ha pasado un poco, estuve de resaca un par de días, y aunque aún tengo sensación de que tengo 47, voy tomando conciencia de que vuelvo a cumplir 46 y tengo todo el año por delante. 

Otra vez. 

No te puedo decir que el hecho de ser tremendamente despistada, como no conoces a nadie más sobre la capa de la tierra, me haya reportado muchas ventajas, más bien al contrario, pero este detalle sí lo voy a agradecer. 

Es la sensación de estar en Año Nuevo, o de volver a empezar. O simplemente, la de tener otra oportunidad. Mola. Este año lo voy a aprovechar.

Suscríbete para seguir leyendo