La Feliz Gobernación

El PP en estado de necesidad

López Miras y Ballesta, en la pegada de carteles.

López Miras y Ballesta, en la pegada de carteles. / PP

Ángel Montiel

Ángel Montiel

Vencen, pero no convencen. No se convencen ni a sí mismos. Esto es lo que explica el estado de nerviosismo e incertidumbre que aqueja al PP murciano en el arranque de la campaña electoral. El propio eslogan central es un reconocimiento de sus limitaciones. «La mayoría necesaria». Es una admisión expresa de que están lejos de la absoluta, que es a lo que debe aspirar un partido campeón que, además, disfruta de la ventaja de ostentar el poder. Es más: vienen a decir que también están lejos de la mayoría necesaria, pues de otro modo no sería eso lo que piden al electorado. Pedir «la mayoría necesaria» es un reclamo realista, desde luego, pero algo limosnero. Y esto se percibe.

Con «la mayoría necesaria» lo que vienen a pedir es que no se distraiga el voto en Vox, porque si éste crece (que inevitablemente sería a costa del PP) resultará más complicado gobernar, como ya lo fue con Cs en la primera parte de la actual legislatura, antes de que una sección de aquella tropa asomara como trepatrans. Pero éstos eran unos mercenarios, y los de Vox son inflexibles: traen pocas ideas y demasiada ideología. Si encima adquieren fortaleza decisiva serán poco moldeables.

«La mayoría necesaria» es, digo, una apelación sincera y realista de acuerdo al estado de necesidad del PP, pero denota debilidad. Cuando se recurre implícitamente al ‘voto útil’ es porque no se tienen todas consigo. Por la misma regla de tres, quien aspire a corregir al PP desde las posiciones de Vox a sabiendas de que esto no significará riesgo para un Gobierno de la derecha puede sentirse estimulado por el reverso del eslogan: «La mayoría equilibrada». 

«La mayoría necesaria» es una admisión expresa de que están lejos de ella, pues de otro modo no sería eso lo que piden al electorado. Y un incentivo para que Vox, sin ver riesgo para un Gobierno de la derecha se confirme en el reverso del eslogan: «La mayoría equilibrada»

El votante objetivo de Vox, que está probado que es abundante en la Región de Murcia, sabe de antemano que no pone en riesgo un Gobierno de la derecha. Entiende que es absurdo considerar el ‘voto útil’ al PP porque el 60% sociológico que hasta el momento la ha sufragado permanecerá intacto con cualquier distribución entre los partidos que la representan. Para quien es proclive a Vox la llamada del PP a la ‘mayoría necesaria’ significa un interés de partido, no un arrebato para impedir la irrupción de la izquierda. Por tanto, es su oportunidad: se trata de conducir al PP a políticas condicionadas sin peligro de que la dispersión del voto en ese espectro permita que la izquierda les alcance. Y es el propio PP el que les informa al sugerir que necesitan de una mayoría que les permita prescindir del concurso de Vox para estar más cómodos. Pero lo que quiere Vox es que gobierne el PP con la incomodidad que Vox le proporcione.

La situación es distinta en la izquierda. El PSOE necesita de un Unidas Podemos fuerte, con el que poder sumar, y viceversa, pero la paradoja es que el espectro electoral de ambos se reparte infructuosamente entre unos y otros. Aquí, el ‘voto útil’, a efectos generales, es a las dos bandas. En la derecha no existe ese problema: el reparto entre sus opciones les da el poder en su conjunto. El juego en este campo consiste en que una de las partes, el PP, aspira a la hegemonía, y Vox a matizarla, sin que sus votantes se vean impelidos a socorrer el espacio de la derecha, que lo perciben a salvo. La construcción del concepto ‘mayoría necesaria’ es, además, un guiño perverso al electorado del partido con el que necesariamente el PP habrá de negociar, lo cual constituye un gesto de agresividad que, llegado el momento, le pueden intentar cobrar.

La debilidad del punto de partida del PP es más expresiva cuando atendemos al menudeo de su oferta. Han incurrido en lo mismo que critican a Pedro Sánchez: el anuncio de medidas de Gobierno dirigidas a unos y otros sectores basadas en el uso generoso de un presupuesto, por lo demás en esta Región ya colapsado por la deuda. En definitiva, el intento de compra de votos con el dinero de todos. La carta del presidente, un día antes de la apertura oficial de la campaña, dirigida a todos los funcionarios de la Comunidad para recordarles quién les ha subido el sueldo puede verse como un gesto tan desesperado como inútil, pero sobre todo impropio. Quienes presumen de liberales y critican duramente las políticas de ayudas y subvención de los que llaman socialcomunistas, llegada la hora de las elecciones suspenden sus pudores al respecto y compiten con ahínco en regar con dinero público hasta las macetas de los balcones. ¿Cómo pueden ridiculizar la propuesta de Podemos de que el Estado pague el cuidado de los hijos de las señoras que son atendidas en la peluquería si nos salen con pagar la matrícula del carné de conducir a los jóvenes que cumplen la edad reglamentaria? 

Para las propuestas activas, el manual de ocurrencias del PP es previsible y cuando no lo es, resulta tan disparatado como ellos identifican otras medidas del adversario. 

Para las propuestas pasivas, la campaña se recrea en el sanchismo como espantajo, que es un modo de refugiarse tras el Otro, una vez que éste ha sido convenientemente caricaturazado y estigmatizado. Es cierto que esto sucede no sin colaboración del protagonista, pero tendría gracia que el PP aspire a ganar gracias a Bildu. Quien ya lo cree a pies juntillas es Feijóo, que ha iniciado una campaña en modo Anguita consistente en abroncar al electorado: el socialista que vote al PSOE es cómplice de terrorismo. 

Insistir en martillear el hierro candente de Sánchez es un recurso con el que se intenta eludir la propia gestión y desviar el foco de la falta de ingenio de la alternativa que se sugiere. Sánchez no se presenta a ninguna alcaldía, que se sepa, pero su omnipresencia en los discursos del PP nos haría temer que lo hiciera. Si la aspiración de los populares es que los votemos porque el sanchismo es malo ¿qué están diciendo sobre sí mismos? Que su principal cualidad es no ser sanchistas, es decir, se definen en relación con el Otro, no por su propia excelencia. Vota al PP porque es lo menos malo. Pues vaya estímulo. 

Al PP de López Miras le falta identidad y ambición en esta campaña. Los partidos de Gobierno no pueden resolver el trance electoral con medidas populistas y enmiendas al adversario. Los políticos de alcance deben saber prefigurar eso que llaman el marco, y han de transitar con ideas que no tengan como referencia sólo la posición de los otros partidos sino que establezcan un modelo de Región que implique a la mayoría, no sólo a ‘la mayoría necesaria’ para seguir haciendo lo mismo. La hermosa palabra libertad no puede seguir encubriendo intereses particulares, y ya sería hora de manifestar voluntad de gestión sin victimismos. Lo ilusionante sería que se nos expresara la fórmula para que los polos de desarrollo (turismo, medio ambiente, agricultura...) no colapsaran entre sí, y para que los asuntos de conflicto no sean aprovechados para el electoralismo sino que se abordaran con el propósito de adquirir soluciones reales. 

Un político que contemplara estos deberes no se vería obligado a sufrir incertidumbres en el momento crítico de una campaña electoral en la que sus adversarios reales, en la práctica, no comparecen sino como activistas de la protesta. Con menos aduladores tóxicos y estrategas de pacotilla y una visión más abierta el PP murciano, a pesar de los pesares, tendría una situación más despejada.

Porque la pregunta es: Mayoría necesaria, sí, bien, pero ¿para hacer qué?

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