LIMÓN&vinagre

El protocolo y la provocación

Félix Bolaños

Josep Cuní

La ambición tiene mala fama. Se la presenta como un deseo sin fin, una obsesión por el dinero, el poder y la gloria. Su riesgo se asimila a la antesala del fracaso porque cuanto más alto se quiere volar, de más arriba se cae. Advertencia cultural fruto de algunas influencias morales que, a su vez, contrastan con los parámetros atribuidos al capitalismo dominante que exige avanzar constantemente castigando con su indiferencia a quien no pueda o sepa seguir.

Todo esto queda reflejado en múltiples ejemplos contradictorios entre ellos. Porque, sin una cierta dosis de ambición, los estímulos de la potencialidad que llevamos dentro se desvanecen, según los gurús de la autoayuda. Es, pues, una cuestión de medida, como todo en la vida.

Ni mucha ni poca. Ni para anular los sueños ni para resignarse a vivir sin ellos.

«La hombrera goyesca»

La principal enseña del feminismo es aspirar a cambiar los parámetros del poder. Adecuarlos no solo a la paridad sino a la igualdad. Y dejar de asimilarlo al patriarcado porque será la diversidad de miradas con menos testosterona la que represente a la sociedad real. Por eso la crítica habitual a la mayoría de mujeres que han llegado a la cima es por asimilación y adaptación al método masculino. Dorothy Parker lo detectó hace un siglo cuando, con su proverbial acidez, afirmó que cualquier mujer que ansíe comportarse como un hombre carece de ambición.

Los conceptos de la intelectual norteamericana no parecen ser la fuerza motriz de Isabel Díaz Ayuso. Las constantes muestras de arrestos que nos ofrece la presidenta de la Comunidad de Madrid indican muchas cosas y casi todas demostrativas de una voluntad provocativa y avasalladora cuyos límites van mucho más allá de su actual territorio.

No es anecdótica la hombrera goyesca con la que tocó su vestido en clara alusión a la maja castiza.

La que arremete con desenvoltura y sin corte contra quien se le ponga delante. La que en defensa de la singularidad que tiende a negar a otros, se inspira en las heroínas de la llamada guerra de la independencia de España, tan manoseada por el franquismo, que protagonizaron novelas, películas y zarzuelas e ilustraron grabados, plazas y cuentos.

«Cálculo de riesgos»

El ministro Félix Bolaños García (Madrid, 17 de diciembre de 1975) calculó mal la ofensiva. En tales circunstancias, ostentar una cartera del Gobierno que la autonomía más díscola considera agresor, intervencionista, radical y enemigo de la auténtica patria es visto como beligerante y queda reducido solo a barullo. El que empieza replicando el anuncio de querer asistir a una fiesta por no estar invitado y sigue con el intento de colarse en ella. Sí, hay un real decreto de 1983 que lo aclara todo. El mismo que no contempla que el jefe de la oposición ocupe un espacio mejor como sucedió. Pero la interpretación del protocolo también es política. Lo fue el pasado martes y se armó un Dos de Mayo.

Fuera por provocación o para dejar claros los galones -en este caso sería lo mismo-, fuera por agallas o para intentar arañar algunos votos, antes de cualquier batalla hay que calcular todos los riesgos. Tenerle tomadas las medidas al rival y saber cómo actúa para no caer en el bochorno diseñado. Y no ceder ante una educada pero irreductible jefa de protocolo que, puestos a no figurar, ni siquiera consta en el organigrama que aplica. Por eso la presidenta le va a doblar el sueldo.

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