Salud y Rock and roll

El día de la madre

Belen Unzurrunzaga

Belen Unzurrunzaga

Me van a permitir que este domingo no les hable de la campaña electoral, ni de la polémica de Ayuso y Bolaños, la visita de Aznar o Pedro Sánchez a Murcia o de la final del Mutua y Carlitos Alcaraz. Hoy es el día de la madre y yo les quiero hablar de la mía. No es la primera vez que lo hago, muchos de ustedes ya conocen mi historia, como la de muchas hijas que cuidan de sus madres cuando no pueden valerse por sí mismas. Llega la enfermedad cuando te acabas de jubilar, crees que ahora vienen los mejores momentos de tu vida y todo estalla por los aires. Tu madre deja de ser tu madre, de repente te conviertes en su madre, y les parecerá una locura pero, a pesar de no haberlo sido, tengo ese sentimiento maternal, de protección, de ternura y complicidad que siente una madre por su hija.

Hace unos días tuvo una bronquitis y ha estado bastante malita, no es la primera vez que le pasa, pero no me acostumbro a la sensación de angustia y de miedo que paso en esos momentos ya que su estado de salud es muy delicado.

Una parte de mí no quiere, ni puede, despegarse de ella y otra parte de mí se pregunta hasta cuándo, es complicado de explicar. Pero es fuerte, y una vez más lo ha superado, la ves de nuevo sonreír, leer sus revistas, comer con ganas, seguir muy interesada por la coronación de Carlos III de Inglaterra y ya estamos pensando cuándo salir a dar un paseo y a la peluquería.

Admiro su fortaleza y capacidad de superación a pesar del deterioro que su enfermedad va causándole a su cuerpo y mente.. Anoche, antes de dormir, fui a verla, me dijo que me quería, me dio muchos besos y me dijo que cenara algo que era muy tarde. Le di un beso en la frente y apagué la luz. Di un paseo hasta mi casa sintiéndome afortunada porque a pesar de lo duro que es ver a tu madre así, no ser ella y convertirse en otra persona, acompañarla todo este tiempo, no lo cambio por nada.

El día de la madre surge a finales del siglo XIX gracias a la norteamericana Anne Jarvis quien quería homenajear a su madre por su lucha y valentía. Años más tarde se arrepintió terriblemente de en lo que había derivado ese homenaje a las madres, un día comercial y vacío, donde todo es frivolidad y objetos materiales. Hasta se manifestó en contra. A mí me pasa un poco igual. No soy nada de los días internacionales, y los regalos materiales que hay que hacer porque sí. Ojalá pudiera hacer más por ella, me atormentan los ratos que pienso que mamá está en un sillón y yo no puedo hacer nada, me siento impotente. Recuerden abrazarlas y tocarlas y decirles que las quieren todos los días, aunque les de pereza o la rutina les coma. Un día no estarán y el vacío será inmenso.

Una de las razones por las que estoy de nuevo en esta ciudad es por tenerla a diez minutos andando y poder meter mi nariz en su cuello cuando me acuesto a su lado a contarle cualquier tontería que me ha ocurrido en el día. Me da envidia ver a madres e hijas paseando por la calle, ojalá poder hacer las cosas más cotidianas con ella, lo echo mucho de menos. Aunque por nuestro carácter sería también terrible. Todavía a veces me dice una frase que me hace mucho reír: estoy enfadada porque no haces lo que yo te digo. Ella manda, siempre.

En este primer domingo de mayo, sólo puedo darle las gracias a mi madre, por darme cada día fuerzas para seguir, aunque a ratos lo único que quiera sea acurrucarme en su regazo y no parar de llorar y decirle lo mucho que la echo de menos y la falta que me hace. Pero cuando la veo sonreír mientras come churros y le cae el chocolate como si fuera un niño pequeño, me agarra del brazo y me dice: te quiero, me siento una afortunada por tenerla conmigo, enseñándome a valorar lo importante de esta puta vida. No pierdan la perspectiva.

Feliz día a todas.