Erre que erre (rock and roll)

Los impostores

Jutxa Ródenas

Jutxa Ródenas

Cuesta demasiado creer que incluso David Bowie, una de las personas más creativas, ingeniosas y transgresoras que en los últimos tiempos han existido, se cuestionasen a sí mismas al realizar rozando la perfección cada una de sus facetas. Impensables, por cierto, para casi el resto de los mortales.

Debe resultar complicadísimo ser un absoluto genio mientras la humanidad no te ha dejado de lado ni te da tregua para mantener cosido a tu cuerpo el disfraz de actor secundario, líder negativo por no querer demostrar un mínimo de arrogancia o soberbia pudiendo, además, permitírselo. Aunque por todos es sabido que en los tiempos que corren ya algunos dejaron de ser reflejo de grandeza, es virtud de muy pocos que alejados del auto orgullo dejaron de ser inteligencia silenciosa, la de las buenas personas desde que decidimos por unanimidad que la partida de cartas la ganaban los mediocres.

Los que no sienten un miedo atroz ni permanente a ser tachados de estafadores, incapaces de reconocer su valía. Lo que yo te diga, hermana, el mundo al revés y todo muy loco. Nos reescriben las novelas de Agatha Christie para adaptarlas a las sensibilidades modernas, suprimiendo la descripción física de algunos personajes, pero nos tragamos sin anestesia eso de que una señora, por un alivio de luto, se permita la compra de un recién nacido al que por ley de vida no verá graduarse en la universidad.

Ojo cuidado que, para mí, lo menos relativo es la edad, no la hipocresía mantenida. Pasar, intransitivo. Ir por el lugar que te plazca sin detenerse, caiga quien caiga a tu paso. Es lo que tiene vivir en un mundo inicuo, dispuesto a mostrar máxima admiración hacía el que vende inmundicia, y castigando el talento. Repito, ¿cómo podía Bowie considerarse un impostor?

Qué importante es la protección desde el principio, esa que nos da el calor suficiente para apartar de un plumazo la baja autoestima, contar con unas manos que nos hayan cuidado y acariciado para jamás permitir un auto sabotaje, sentirnos prioridad cuando de antemano sabemos que lo hicimos bien y no permitir jamás que esos anodinos nos hagan sentir lo contrario. Creer no merecer el éxito alcanzado, vivir con el miedo a parecer un fraude y tener la sensación de no estar nunca a la altura, no deja de ser una paradoja si en tu interior se remueve una alta capacidad de trabajo y compromiso, no hay más.

Qué importante es eso de que alguien, alguna vez, te enseñara a reaccionar ante un fracaso de manera constructiva omitiendo el insulto, entender que el amor proviene de su hacer y no de su ser. Ponerte, aunque sólo sea por un instante sobre tu propio pedestal y no compararte a nadie, las comparaciones son altamente injustas si vives inmerso en la disciplina, ya lo dijo la infinita María Félix en Memorias de una Diva. «Una mujer sin disciplina no es nada, disciplina para tu trabajo, disciplina para dirigir tu vida, hasta para amar a alguien te tienes que disciplinar» Da lo mismo si es por autocompasión o por el fraude que alguien se dejó olvidado.

Suscríbete para seguir leyendo