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Ángel Montiel

Algo que celebrar

Todavía quedamos algunas generaciones que no pensamos desaparecer demasiado pronto a las que se nos hace imposible disfrutar del desayuno si sobre la mesa no descansan uno, dos o tres periódicos de papel

Periódicos de La Opinión en la rotativa. J.C.

Cuando aquella noche de 2017 visité junto a unos compañeros del periódico la flamante planta de Localprint nos quedamos turulatos ante las dimensiones de la nave, y una vez que accedimos a ella y alcanzaron nuestros ojos la enorme, interminable, rotativa amarilla de múltiples brazos, cada uno de los cuales transportaba un ejemplar del diario tras que gigantescas bobinas fueran engullidas en las piezas donde se imprimían, cortaban y plegaban, alguien dijo: «¿No decían que se iba a acabar el papel?».

Aquel monstruo tecnológico, fantasmagórico y bellísimo, aquel dinosaurio redivivo era la prueba de que había alguien que seguía creyendo en el papel como soporte de la información, con independencia de que debiera combinarse con otros que venían emergiendo. Tiempo después, el mejor editor de prensa del país nos dijo: «Nunca abandonaré el papel». Y era verdad: siguió comprando cabeceras y creando otras nuevas.

Todavía quedamos algunas generaciones que no pensamos desaparecer demasiado pronto a las que se nos hace imposible disfrutar del desayuno si sobre la mesa no descansan uno, dos o tres periódicos de papel, y esto aunque a su lado dispongamos del teléfono móvil o la táblet, que nos abren el mundo entero.

Es cierto que escasean los quioscos, esas librerías callejeras que fueron la escuela abierta de nuestra infancia y juventud, pero los tesoros no se encuentran; se buscan. En algún sitio habrá siempre alguien que te venda un periódico para leer la historia de un día de tu vida.

Hoy no celebramos los 35 años de existencia de La Opinión sino los muchos que oliendo su tinta nos quedan por vivir.

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