Pasado de rosca

'Savants' e inteligencia artifical

La IA se comporta como un savant. Es decir, supera a los humanos comunes en algunas habilidades aunque distan mucho de poder comportarse en general como lo hacemos los humanos

Bernar Freiría

Bernar Freiría

El neurólogo Oliver Sacks, en El hombre que confundió a su mujer con un sombrero, describe el caso de dos gemelos, John y Michael, que tenían habilidades matemáticas varias de las que la más notable era su capacidad de enumerar series de números primos de hasta veinte cifras. Tenían una lesión cerebral, habían estado internados en hospitales psiquiátricos desde los siete años y padecían serias dificultades para el lenguaje y, desde luego, eran incapaces de explicar cómo encontraban esas largas series de números con dicha propiedad matemática de ser todos ellos primos.

Reciben el nombre de savants ciertos individuos capaces de extraordinarias proezas en ciertas tareas mientras que no pueden valerse por sí mismos en la vida ordinaria, como el norteamericano Laurence Kim Peek, quien, pese a ser incapaz de vestirse, memorizaba cualquier libro o enciclopedia que leyera, siempre a una extraordinaria velocidad. En tan solo ocho segundos leía dos páginas a la vez, una con cada ojo, y así llegó a recordar el 98% de los 12.000 libros que había leído. Lamentablemente, no era capaz de interpretar su contenido.

Menciono las extraordinarias aptitudes de los llamados savants porque creo que la popularización de inventos como el ChatGPT, Mindjourney o Dall-E ha sacado a la luz pública el tema de la inteligencia artificial (IA) y se debate sobre la superioridad del hombre o de la máquina. Mi impresión es que todos estos artilugios de IA se comportan como savants: dotados para hacer tareas concretas de un modo que los humanos no somos capaces de lograr, pero que carecen de la competencia holística que supuestamente tenemos, en general, los humanos. De momento.

He leído algunas opiniones al respecto que proclaman la superioridad del humano con el argumento de que las máquinas nunca podrán poseer la creatividad humana y que esa creatividad será lo que siempre nos distinguirá de ellas. Creo que afirmar eso es otra manera de sostener que el hombre posee un alma inmortal que no comparte con ningún otro ser, y menos aún con uno que, como ChatGPT, haya sido construido por él. Personalmente no me atrevería nunca a decir que una máquina nunca podrá ser creativa. Ya ha habido casos de ‘propiedades emergentes’ en máquinas a las que se las había preparado para que aprendieran por sí mismas y han desarrollado aprendizajes que sus creadores no saben cómo han llegado a ellos. Parece innegable que eso es el comienzo de una progresión cuyo techo desconocemos.

La complejidad del cerebro humano es tal que aún estamos muy lejos de poder tomarlo como modelo para desarrollar la IA, por la sencilla razón de que desconocemos de él mucho más de lo que sabemos. Por tanto, la IA no se está desarrollando siguiendo modelos neuronales. No obstante, se han construido máquinas capaces de una velocidad de procesamiento incomparablemente mayor que la humana.

Ya podemos fabricar aparatos a los que ningún humano puede superar en tareas muy concretas: existen ordenadores capaces de derrotar a los mejores jugadores humanos de ajedrez o de go. Por eso digo que actualmente la IA se comporta como un savant. Es decir, supera a los humanos comunes en algunas habilidades aunque distan mucho de poder comportarse en general como lo hacemos los humanos. No obstante, yo nunca diría que nosotros siempre seremos superiores a las máquinas. La aparición de propiedades emergentes no previstas por los constructores nos está avisando de que las cosas pueden ir más lejos de lo que creemos.

Y, desde luego, nunca haré una profesión de fe apriorística sobre la superioridad del humano respecto a sus productos. Hace unos días, en estas mismas páginas, Carmen Ballesta abogaba por la intervención de la Ética, como disciplina filosófica, en el desarrollo de la IA. La IA es un reto y no cabe duda de que tenemos la necesidad y la obligación de adelantarnos a los problemas que puede llegar a plantearnos, en lugar de limitarnos a ir afrontando los problemas que vayan apareciendo de modo emergente, es decir, sin que los hayamos previsto. Hoy la IA es un savant, pero puede convertirse en un sabio de verdad antes de que hayamos previsto cómo se va a comportar y qué problemas nos puede ocasionar.

Suscríbete para seguir leyendo