Las fuerzas del mal

A pesar de usted

Enrique Olcina

Enrique Olcina

Resulta que hay una terrible conspiración homosexualista / transgenerista y yo sin enterarme. Otra vez me he vuelto a quedar sin la paga de Soros, mecachisenmiexistencia, que es como dice mi madre, que me pierdo las mejores. Yo no sé como no lo he podido ver, con lo bien que viven las personas trans y con lo empoderadas que están al final. Digo al final porque sus vidas desde que se dan cuenta están en un peligro más cierto que el resto, pero es un peligro emocionante que puede ser llevado al cine como una historia de drama, amor, tristeza, exclusión, expulsión del hogar, quizás prostitución, autoaceptación mientras son usadas, muerte por agresión o suicidio, y al final, si se acuerdan de ti, si la historia es más chula que el resto de miles de historias iguales sobre personas trans, te ponen un monumento después de que te hayas muerto para que los imbéciles que te jodieron la vida puedan vandalizar tu memoria después de la muerte, hasta el infinito y más allá. Cómo habré estado yo para perderme semejante viaje, que con la nueva ley las personas trans van a borrar a las mujeres con una goma Milán, de esas blancas que huelen a nube y a unicornio.

Que resulta que debido al adoctrinamiento imperante cada vez son más los homosexuales y los transexuales, que lo ha dicho una diputada de Vox. Yo es que viví en tiempos difíciles y desde pequeño caí en una secta donde todo, absolutamente todo mi entorno iba en parejas heterosexuales y lo más que conseguía ver era por qué los dioses del Olimpo se liaban con mancebos, en referencias veladas de lecturas mitológicas. Eso sí, lo de maricón, sin que nadie me explicara lo que era, me lo llevaba día sí y día no en el recreo, entre otras cosas. Supongo que ahí aprendí a que me la sudara todo bastante y uno no se acuerda ya de esas agujetas en forma de lágrimas, rabia y vergüenza porque ahora tengo un músculo gordo de resiliencia con unas venas gruesas como las del cuello de un cantaor. Pero gracias a la vida, al final.

Si hubiera sido heterosexual, de esos que han tenido todo en la vida a favor y ahora se quejan de que no pueden decir lo que les surja sin filtro del cerebro reptiliano sin que les repliquen, habría sido un cabrón con pintas en el lomo y cuernos retorcidos que estaría ahora viviendo la terrible tortura de contar chistes de mariquitas y que la gente no se riera por obligación, porque de eso tengo pruebas que me han caído en mi familia y ninguna duda. Sería de esas personas que piensan que lo lgtbi se extiende como quien extiende mantequilla en una tostada, a voluntad.

Así que me van a permitir que, siendo yo un ser de luz, esté, momentáneamente, hasta los cojones, y disculpen las molestias. Le voy a dar un poco de mancuerna a mi resiliencia mientras arreglo con mis amigues la agenda queer para dominar el mundo, pero, eso sí, después del brunch, que antes de la tostada de aguacate con lágrimas de ofendiditos no soy persona, pero es una gozada ver como los que han venido después de mí lo han tenido más fácil y eso lo hemos ganado, señora diputada, a pesar de usted.

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