Pasado de rosca

La Sanidad, tara común

Bernar Freiría

Bernar Freiría

Con qué entusiasmo aplaudíamos a los sanitarios durante el confinamiento, cuánto agradecimiento, cómo reconocíamos su abnegada labor corriendo riesgos para atender a quienes padecían la nueva, desconocida y atemorizante enfermedad. Y en el último año, en la Región de Murcia, aumentan un alarmante 40% las agresiones a sanitarios, llegando casi al medio millar. Los ataques se dan sobre todo en atención primaria y en los servicios de urgencias. ¿Cómo hemos pasado del aplauso a la bofetada?

Los propios sanitarios advierten de la creciente falta de medios, humanos y de todo tipo, que padecen. En algunas autonomías, los médicos se han puesto en pie de guerra denunciando esas carencias que dificultan enormemente su labor. Las insuficiencias son de todo tipo. Sabemos que en Madrid se han abierto centros de salud sin médico. En muchos lugares la cita con el médico de cabecera la están dando para diez días después de la solicitud, los plazos en especialidades pueden demorarse hasta un año y las intervenciones quirúrgicas, ni se sabe. El número de pacientes que ha de atender diariamente cada facultativo impide que se le puedan dedicar los diez minutos que desde antes del covid reclaman los médicos y que están lejos de poder conseguir. Todo esto crea frustración en los sanitarios y en los propios pacientes. Pero ninguna frustración puede justificar una agresión a los sanitarios, pues ellos son las primeras víctimas de todas las carencias en nuestro sistema de salud.

Como si esto fuera poco, el Servicio Murciano de Salud pretende trasladar a los servicios de urgencia tareas administrativas -como cursar partes de baja- propias de la atención primaria. Desnudar un santo para vestir a otro. ¿Se imaginan a un médico dejando de atender a un infartado porque tiene que cursar la baja de un paciente con esguince de tobillo? 

En estas mismas páginas lo denunciaba el jueves pasado el médico de urgencias del SMS Carlos Contreras García. La orden partió del Ministerio de Trabajo y los médicos de urgencias murcianos están dispuestos a no asumir esas tareas.

Por otra parte, estos días ha salido a la luz la infrautilización de la MR-Linak Unity, la costosísima y eficaz máquina para tratamiento del cáncer donada por Amancio Ortega, que estuvo parada durante seis meses y que ha atendido a tan solo quince pacientes un año después de su entrada en funcionamiento. En otros países, las mismas máquinas, funcionando a pleno rendimiento, han atendido a cientos de enfermos en un periodo de tiempo similar. Durante dos años y medio se estuvo formando, en España y el extranjero, para manejarla un joven médico que luego fue relevado de su puesto por la jefa del servicio de radioterapia oncológica de La Paz, el hospital madrileño donde está instalado el aparato, para que ocupara su lugar otra doctora que solo había recibido una semana de formación en el propio hospital y cuya dedicación queda de manifiesto con la infrautilización de una máquina que resulta ser muy eficaz y que resulta mucho más favorable para el paciente, por ser mucho más precisa que los aparatos de radioterapia oncológica tradicionales. en la puesta en servicio de la MR-Linak Unity estuvo presente la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso. Aunque en esta ocasión no se la puede hacer a ella responsable directa de esa infrautilización, sino a los directivos del propio hospital madrileño.

En España todavía tenemos una sanidad pública de gran calidad, pero que se está deteriorando a pasos agigantados. No puede señalarse un único responsable de ese deterioro. Es cierto que los gobernantes nacionales y autonómicos tienen gran parte de la culpa y que la solución está fundamentalmente en sus manos. Sin embargo, no se puede negar que casos como el del hospital madrileño de La Paz señalan a otros culpables. También los agresores de los sanitarios contribuyen a que unos profesionales tan indispensables para el estado de bienestar se vayan quemando a fuego lento.

Todos podemos hacer algo para impedir el deterioro de la sanidad pública. No solo mostrando el respeto imprescindible a los profesionales sanitarios. También, por ejemplo, exigiendo a los responsables políticos que le dediquen los fondos necesarios. Y, por supuesto, dejando de votar a los que lejos de favorecer a la sanidad pública se preocupan de potenciar con conciertos y subvenciones a las empresas sanitarias privadas de sus amiguetes.

Suscríbete para seguir leyendo