Cartagena DF

Reír para no llorar

Diecisiete años hace que se abordaron los expedientes para la llegada de la Alta Velocidad y les confieso que desconozco cuánto tiempo se ha perdido en el debate sobre dónde, cómo y cuándo instalar la estación. El caso es que parece que la estación se queda donde está, pero soterrada, aunque sin plazos ni presupuesto concretos

Andrés Torres

Andrés Torres

Que la historia se repite no es nada nuevo. Me comentaba un amigo, al que plagio con desvergüenza, que desde la época de los romanos, poca cosa, y que luego ya vino el rock. El caso es que lo de crear y ser original es prácticamente una misión imposible. Prueben a tener una idea, escríbanla en el todopoderoso Google y comprobarán que ya se le había ocurrido lo mismo o algo muy parecido a algún otro lumbreras antes. Desde el título de un libro o de una película a un chiste o una columna de opinión, como la que leen en estos momentos.

Por supuesto, un servidor es agradecido con quienes se detienen a hacerlo, porque esa es la razón de ser de este espacio, pero con toda la modestia del mundo, ya les advierto de que no van a leer nada nuevo. Porque no es nuevo escribir sobre la contaminación del Mar Menor; sobre los retrasos en la llegada del AVE a Cartagena ni sobre el correspondiente grupo de vecinos que se opone al trazado elegido por los técnicos de Adif; sobre los problemas o las ‘pifias’ técnicas en el submarino S-80; sobre las supuestas corruptelas políticas y el consiguiente enfrentamiento descarnado entre los partidos, expertos en oler y acudir a la carnaza, o sobre una justicia lenta, obsoleta y falta de recursos. No es ni nuevo ni original tratar tantos y tantos asuntos atascados en Cartagena, pese a lo cual, el municipio resurge de nuestras propias incompetencias y emerge como la gran ciudad que fue en aquella época romana y que quiere llegar a ser, para que no ocurra que muchos turistas de los que nos visitan se confundan al contratar servicios por Internet y descubran, una vez aquí, que lo que han adquirido es para nuestra homónima de Colombia que, debemos admitir que es la Cartagena más famosa fuera de nuestras fronteras.

Mucho que abordar, pero como casi todo ya está escrito, trataremos de ser concisos. Empecemos por la Justicia, con mayúsculas, porque sin Justicia todo es mucho más difícil y complicado, pero parece que no nos damos cuenta y que con ella nos pasa como con Santa Bárbara, que solo nos acordamos de ella cuando nos llueve una demanda o un juicio. Los tres poderes de un Estado de derecho son importantes, como lo es garantizar su separación, por mucho que a los del Ejecutivo de turno les cueste entenderlo. Porque sobre el que se asientan nuestras garantías de libertad, igualdad y fraternidad es sobre una balanza de la Justicia que solo se incline para el lado justo. Lo dicho, nada nuevo, pero cuánto nos cuesta aprenderlo y aprehenderlo. Menos mal que el nuevo fiscal jefe de Cartagena llega con la loable intención de agilizar los procesos para que la Justicia sea más justa y los ciudadanos no se vean perjudicados por procesos que se acumulan y eternizan en los despachos. Necesitará mucho más que suerte, porque él mismo admite que los recursos están obsoletos y son escasos, empezando por la sede que los alberga, el Palacio de Justicia. Si cumple lo que se ha marcado, será bueno para todos y también para Cartagena. Por cierto, que también se ha propuesto que los culpables de la esquilmación del Mar Menor paguen por ello. A ver si el nuevo fiscal sí es capaz de conseguir que nos tomemos más en serio la recuperación de nuestra laguna de los huevos de oro.

Permítanme un inciso en esto de la lentitud de la Justicia, que seguro que es fruto de mi ignorancia y falta de comprensión de este mundo de las togas y las mazas. ¿No les sorprende a ustedes que en un país donde tantos asuntos judiciales se retrasan durante años se contabilicen por centenas las resoluciones de rebajas de condena de violadores y agresores sexuales? Insisto, seguro que mi duda es consecuencia de mi desconocimiento e ingenuidad.

Hablar de lentitud y hablar de AVE en Cartagena es, paradójicamente, casi lo mismo, aunque nos podemos consolar si nos asomamos al otro lado del Puerto de la Cadena y certificamos que, en la vida, todo llega. Diecisiete años hace que se abordaron los expedientes para la llegada de la Alta Velocidad y les confieso que desconozco cuánto tiempo se ha perdido en el debate sobre dónde, cómo y cuándo instalar la estación. Vamos, que igual que cada español lleva un seleccionador de fútbol dentro, cada cartagenero parece llevar dentro una propuesta sobre en qué condiciones y en qué lugar debemos recibir al AVE. Y es que en debatir y opinar… Ahí sí que somos expertos de máster muchos, pero en ponernos de acuerdo y avanzar nos saltamos unas cuantas clases. El caso es que parece que la estación se queda donde está, pero soterrada, aunque sin plazos ni presupuesto concretos. En realidad, se habla de que si la cuestión se aborda con agilidad y premura, podríamos tenerlo aquí en 2026, pero seríamos muy generosos en confiar en que se cumplan las premisas, si nos remitimos a la experiencia de estas casi dos décadas de espera. ¡Eso sí que es un plantón! Y no lo que le ha hecho el rey de Marruecos a Pedro Sánchez.

Del que puede que no esté todo escrito es del submarino S-80. Desde luego, lo que falta por relatar es su entrega a la Armada, que no se la ve, pero sí se la espera. Otra cosa es cuándo. Debería ser cuanto antes, porque la excusa de que se trata de un proyecto de ingeniería ambicioso y complicado que requiere de tiempo y paciencia sí que empieza a quedarse obsoleta, porque han pasado 18 años desde que empezó a construirse la primera unidad y se han invertido 3.900 millones de euros, 700 millones más de lo que costó el proyecto C-10 de Repsol para la ampliación de la refinería de Escombreras. Además, lo que era una necesidad para que nuestra Defensa renovara sus sumergibles ya es una urgencia. Por no entrar en el pestigio de la industria naval española ni en el futuro del astillero de Navantia, para el que los trabajadores piden refuerzos para poder terminar las naves a tiempo. Demasiados interrogantes para limitarse a decir, como hizo la ministra, que problemas técnicos vuelven a retrasar la entrega de los buques a la Armada sine die. Menos mal que siempre hay alguien peor. Pensábamos que era difícil de superar aquello del submarino que no flota, pero eso es porque no nos conocemos bien en este país, donde hemos sido capaces de construir trenes que no caben en los túneles.

Lo de las supuestas corruptelas políticas lo dejamos para otra ocasión, porque empieza a ser nuestro pan de cada día y, nos podemos empachar, porque se avecinan elecciones y se enderezan los dedos acusadores. Solo quiero mostrar mi solidaridad con los nuevos consejeros y los nuevos secretarios generales del Gobierno regional, a quienes su jefe, el presidente Fernando López Miras, les pide no solo agilidad y ‘respuestas inmediatas’, sino que además sean ‘acertadas’. ¡Menuda presión! Cuatro meses para un trabajo de cuatro años.

Afortunadamente, en este país de Mortadelo y Filemón, de Pepe Gotera y Otilio y de Súper López y en esta Región también destacamos por la genialidad, el ingenio y el talento para tomarnos y dibujar las cosas con humor, por muy dramáticas y gráficas que sean en muchas ocasiones.

A mis amigos Puebla y Sabiote.

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