Pintando al fresco

Supermercados

Enrique Nieto

Enrique Nieto

Para muchos, el mundo de los supermercados es un misterio. Hay montones de hombres y algunas mujeres que no saben de qué va esto de las grandes superficies repletas de comida, bebidas, productos para limpiar superficies variadas, papel higiénico y del otro, perfumes y cremas, pastillas para encender la barbacoa y un larguísimo etcétera que pasa por la carne y el pescado, el fiambre, desde la vil sobrasada al jamón ibérico, este metido en sobres en los que pesa más el continente que el contenido, y sabe Dios cuántos productos más. En general, el personal es incondicional de su supermercado de costumbre y más fiel a él que a su propia pareja. Lo cierto es que, una vez que controlas la distribución, no quieres irte a otro a buscar la mayonesa por todos los estantes, que quién sabe dónde ponen la mayonesa los unos y los otros, mientras que tú, que conoces tu supermercado como la palma de la mano, sabes que la mayonesa está justo al lado de los productos mejicanos para hacer quesadillas o burritos.

Pero llegó la ministra Belarra y nombró a la bicha. Bueno, no dijo exactamente lo de la bicha, pero se tiró al cuello del dueño de Mercadona, y mordió con fuerza. La respuesta del Sr. Roig fue medida, aunque potente, y es que no hay costumbre de que un político ataque directamente a un empresario con nombre y apellidos. Si se les critica, siempre se ha hecho generalizando, con expresiones como ‘el mundo empresarial’, ‘los distribuidores’, ‘las mafias de las compras agrícolas que abusan de los productores’, etc., y no se va directamente contra un señor o señora del mundo de la empresa porque no es costumbre en nuestro país.

Pero insisto en lo sorprendente que puede llegar a ser un supermercado para los no versados en hacer la compra de la casa. Y cómo ha cambiado todo a lo largo de los años, desde que nací hasta la fecha. Un ejemplo: mi padre, que en gloria esté, se murió no solo sin saber cómo se encendía el fuego de la cocina de mi casa, sino que tampoco compró nunca un kilo de patatas en una tienda, dos cebollas o unos tomates. A la compra iban siempre las mujeres, y, si faltaba algo inesperadamente, se mandaba a un hijo o a una hija a una de los muchos pequeños establecimientos de venta de alimentos que había por todas las calles de una ciudad o pueblo. Pero si el muchacho ya mostraba pelillos en las piernas, se mandaba a la hija siempre, porque a él le daba vergüenza que sus amigos lo vieran con la bolsa de la que sobresalía una hoja de apio.

Con la llegada de los supermercados, el ambiente cambió algo, pues ya se podía ver a algunos matrimonios jóvenes que compraban juntos los fines de semana. Los primeros carros de la compra de estos gigantescos comercios llevaban un pequeño asiento para depositar al niño o a la niña, si la hubiere, y esta estampa animó ya a más hombres a tratar de entender cómo se compraban los alimentos. Por entonces, todos íbamos con nuestra lista en papel, mientras que ahora se utiliza el teléfono para hacer la relación de lo necesario y ya suelen verse más hombres que mujeres, sobre todo a ciertas horas, por la tarde o la tarde noche.

Actualmente, lo de la compra de alimentos se ha puesto de una manera que, sin ser partidario de Belarra, en absoluto, porque me parece la versión izquierdosa de Cuca Gamarra, las dos siempre con el gesto torcido y rebosando mala leche, (en la izquierda me gusta más Yolanda Díaz, siempre abrazando y besando al personal, cogiéndolos por la nuca y apretando sobre sí sus cuerpos) el problema de la subida de precios es absolutamente inaceptable, y, por cierto, que la bajada del IVA no se ve por ningún lado, y da la impresión que alguien se está quedando con el IVA y que nosotros hemos perdido el pan y el perro. A menudo ves a un hombre o a una mujer mirando los precios de las latas de atún, una a una, para elegir la más barata, o llevando un carro en el que solo se ven bolsas de pasta o de arroz, unas latas de tomate frito, y ya, puestos en lujo, unas bolsas de queso rallado.

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