Tiempo y vida

El arte de los últimos cazadores

Miguel Ángel Mateo Saura

Hace unos 12.000 años se produjo un considerable aumento de las temperaturas, que acabó con la era de los grandes fríos y conllevó un cambio en el tipo de animales que poblaban el territorio. Una fauna cálida de ciervos, cabras, caballos, jabalíes y bóvidos, entre otros, va ocupando cada vez más espacio.

Esta situación provocó ciertos cambios en los hábitos de los grupos de cazadores recolectores, que tendrá también su repercusión en el ámbito de lo simbólico y, con ello, del arte rupestre. Así las cosas, tras el arte Paleolítico, al que sucede en el tiempo, y del que de alguna forma es heredero, se desarrolla un nuevo tipo de arte, el levantino. Si el paleolítico se extiende por toda la Península, este nuevo estilo se localiza en las sierras montañosas del prelitoral mediterráneo de España, desde Huesca y Lérida por el norte, hasta Almería y Jaén por el sur.

A diferencia del arte paleolítico, el levantino se aleja del interior de profundas cuevas, de aquellos ambientes de completa oscuridad en los que a veces se encuentra aquel, prefiriendo los espacios abiertos a luz solar directa que proporcionan las pequeñas covachas que se abren en el relieve calizo. 

En la temática, la figura humana adquiere ahora un gran protagonismo, similar al que sigue teniendo la imagen de los animales. La más representada es la masculina, que se nos muestra sobre todo bajo la forma de arquero, muchas veces protagonizando escenas de caza o también de lucha. En cambio, la mujer tiene menor presencia en las pinturas, apenas conocemos un centenar de figuras femeninas, lo que no implica que su importancia dentro del arte levantino sea menor. Como veremos en futuros capítulos, las actividades desarrolladas por la mujer y su iconografía le conceden una relevancia notable dentro de este arte. Es más, su imagen es una fuente de información de primer nivel, la masculina no tanto, para conocer detalles etnográficos (vestimenta, peinados...) y, muy destacado, para poder hacer un acercamiento al ámbito espiritual de estos últimos grupos de cazadores de la Prehistoria.

Los otros protagonistas del arte levantino son los animales. Los más representados, con diferencia sobre el resto, son las cabras y los ciervos. Otras especies son minoritarias, caso de los bóvidos, équidos o jabalíes. De estos últimos apenas tenemos medio centenar de representaciones que se concentran, además, en la zona del Maestrazgo de Castellón. De hecho, desde el río Júcar hasta el límite por el sur del estilo levantino, solo conocemos una figura de jabalí, la pintada en el conjunto de la Fuente del Sabuco de Moratalla.

Algunos animales son meramente testimoniales, ya que no tenemos más allá de uno o dos ejemplos entre los miles de figuras de animales que tenemos documentadas. Sucede con el lagomorfo (conejo o liebre) del yacimiento de Las Bojadillas (Nerpio), el oso de Cañaica del Calar (Moratalla), la gamuza del Prado del Tornero (Nerpio) o las dos aves de Cantos de Visera (Yecla). Asimismo, en este arte no se representan peces ni reptiles, mientras que unos pequeños signos en forma de cruz, presentes en unos pocos lugares, se han venido interpretando unas veces como insectos, otras como aves, que revolotean en torno a lo que sería un panal, o un nido según el caso.

Si en el arte paleolítico veíamos que las distintas figuras se suelen representar de forma aislada, sin relación aparente de unas con otras, ahora la combinación de varias de ellas da lugar a dinámicas escenas, en ocasiones muy complejas por el número de participantes. El tema más repetido gira en torno a la caza, seguida, de lejos, por la recolección. Junto a estas, también tenemos escenas que reflejan otras tipo de actividades como son el traslado estacional de un campamento o el enfrentamiento armado entre grupos; otras se refieren a los posibles rituales, como pasa con las escenas de danza o baile; o también se convierten en un testimonio visual de la existencia de mitos en la Prehistoria.

En lo técnico, el levantino es, sobre todo, un arte pintado. Se trata de figuras monocromas, en las que el color más empleado es el rojo, aunque tenemos representaciones en color negro y, con carácter muy local en algunas pinturas de Teruel y Cuenca, en blanco. Excepcionales son, por el momento, unas pocas figuras humanas de varios yacimientos de Castellón en las que el color blanco se ha combinado con el rojo para remarcar determinados detalles a modo de adorno, fin para el que también se han empleado el rojo y el negro en una figura del yacimiento de Barranco Segovia de Letur. A la vez, en algún cuadrúpedo de la serranía de Cuenca, los colores rojo y blanco se han usado con la intención, probable, de resaltar el pelaje del animal.

En el siguiente capítulo de nuestro viaje conoceremos el arte rupestre de las primeras gentes que ya practican la agricultura y la ganadería. Advertiremos notables cambios en la forma de pintar.

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