Jodido pero contento

Cada norte tiene su propio sur

Ilustración de Leonard Beard.

Ilustración de Leonard Beard. / Dionisio EscarabajalJODIDO PERO CONTENTO

Dionisio Escarabajal

Dionisio Escarabajal

Lo miremos por donde lo miremos, estamos en un enfrentamiento global que cualquier analista del futuro calificaría como la cuarta de la serie de guerras mundiales, de las cuales ha habido dos calientes (con cien millones de muertos en total) y dos frías (cuyos muertos se cuentan por miles y no por millones). A los pesimistas impenitentes les da igual que los muertos se cuenten por miles o por millones, pero toda persona sensata debería convenir que no es lo mismo, sobre todo para las víctimas y sus familiares. Algo hemos progresado moralmente en un siglo. La primera guerra fría se saldó con la victoria completa de Occidente sobre la Unión Soviética, aunque fue un factor decisivo que la China comunista dejara previamente de enfrentarse con el mundo capitalista y abrazara la privatización casi completa de los medios de producción.

Lo que tienen en común la primera y la segunda guerra fría (con China y Rusia unidas esta vez por el odio a Occidente y la defensa de la autocracia como sistema político) es la competencia por la influencia en los llamados países del Sur, lo que se denomina actualmente el Sur Global, para resaltar que ahora las conexiones comerciales entre países están mucho más extendidas y son más profundas que hace tres décadas, cuando se hablaba simplemente de la dinámica Norte Sur.

Sin ir más lejos, responsables de la política exterior rusa y americana van a coincidir estos meses en sendas visitas a varios países africanos, en una competencia sin cuartel por la influencia en países como Sudáfrica, Congo, Kenia o Somalia. Mientras tanto, Europa, embarcada en la asistencia a a Ucrania en el punto más caliente de esta guerra fría (Corea y Vietnam lo fueron en la primera), descuida su presencia en África, donde las antiguas grandes potencias coloniales europeas (Francia, Reino Unido, Portugal, España, Italia, Alemania o Bélgica) parecen obviar lo que debería ser su territorio natural de penetración. Francia, escaldada por sus aventuras militares en Mali, quiere volver a ser alguien en Argelia, supliendo la pérdida de influencia de España tras el viraje promarroquí de Pedro Sánchez.

A pesar de las promesas de un fuerte programa de inversión en infraestructuras y desarrollo anunciada haces unos meses por la Comisión Europea, África deriva hacia otros patrones, acogiendo primero a los chinos con sus infraestructuras, después a los rusos con sus mercenarios , armas y, finalmente, a los americanos y su dinero con condiciones para el desarrollo. Y Europa, a verlas venir. Algo terrible si pensamos que el continente africano doblará su población en los próximos cincuenta años y que muchos jóvenes africanos no tendrán otra opción mejor de futuro que emigrar a Europa, nos guste o no.

La lógica geopolítica, fuertemente influida siempre por la geografía, dicta que cada potencia desarrollada del Norte tiene sus mejores oportunidades de expansión en su propio Sur. Sobre todo, en un momento de disrupción considerable de las cadenas de producción, provocadas por la política de Covid Cero en China, la invasión rusa de Ucrania y la brusca salida de Reino Unido de la Unión Europea.

El error que han cometido Rusia y China es descomunal, porque han despertado a la bestia, provocando que Occidente se caiga del guindo y una sus fuerzas para derrotar, en el caso de Rusia, y contener, en el caso de China, a los dos enemigos conjurados que intentan por todos los medios destruir o socavar la democracia. El choque de civilizaciones, lo aprecies ahora o no, está adquiriendo por momentos dimensiones épicas. En este contexto, América Latina tiene una gran oportunidad. A la Administración Biden no se le caen los anillos restableciendo relaciones con Nicolás Maduro (y dejando caer de paso al líder opositor Juan Guaidó), a cuenta del petróleo venezolano, y dando la bienvenida a un Lula cada vez más homologable. 

En realidad, el triunfo de una izquierda ‘sanchista’ en países como México, Colombia, Chile o Brasil, augura tiempos benignos al continente iberoamericano, del mismo modo que el felipismo dio paso en nuestro país a una época de estabilidad y progreso económico. La socialdemocracia, mirando políticamente a su izquierda pero con la cabeza económica fuertemente asentada en la derecha, es lo que mejor funciona en países de tradición latina, mucho más igualitarios y menos competitivos socialmente que los anglosajones. 

El juego Norte Sur funciona también claramente en Oriente Medio, donde el esfuerzo de penetración rusa es evidente, sobre todo una vez que Estados Unidos y la OTAN han dado por perdida la batalla y se han retirado de Afganistán, dejando a Israel, con su detestable política de apartheid, y al desleal Tayyip Erdoğan, que nada entre dos aguas, como únicos y dudosos testigos de Occidente en el avispero del antiguo imperio otomano. Los israelíes amplían sus relaciones con sus antiguos enemigos árabes a partir de los ‘acuerdos Abraham’, y estos se aprestan a dejarse proteger por el escudo nuclear del Estado judío. Por su parte, China intenta reforzar sus lazos con Pakistán, ante la preocupada mirada de India. Más difícil de encajar en este esquema que propongo es la situación en el Oriente lejano, pero bien mirado, el papel del Norte desarrollado lo juegan perfectamente Japón y Corea del Sur, junto con Australia y Nueva Zelanda y el del Sur en desarrollo, y como tal territorio en disputa, los países del Sureste asiático y la región del Indopacífico. 

Es pasmoso comprobar cómo en el marco de unos pocos años, el tablero geopolítico mundial, adormecido aparentemente desde el final de la guerra fría, merced a los gloriosos años de la globalización, se ha reactivado de nuevo, y con mucha más fuerza. La cercanía dicta las alianzas, a pesar de que todos los países del Norte quieran aprovechar el más mínimo vacío en el Sur para llenarlo con su influencia, enturbiando así la foto de cara al observador. Pero el destino de América del Sur, de África y el Indopacífico, vendrán naturalmente de la mano de América del Norte, Europa Occidental y Japón respectivamente. Es la geografía, como siempre, afectando a la civilización de los hombres con su particular designio estratégico

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