Carta de un expresidente

Vamos a contar mentiras

No está claro que el 'efecto Feijóo' se desvanezca, parece más acertado estimar que los defectos de Sánchez han ido aumentando en cantidad y calidad

José Félix Tezanos.

José Félix Tezanos. / L.O.

Alberto Garre

Vamos a contar mentiras es una divertida comedia de Alfonso Paso, estrenada en 1960. Narra la historia de Julia, una mujer mentirosa compulsiva que, en Nochebuena, producto de un robo en su domicilio, con un muerto por medio, se ve obligada a volver a mentir a su esposo porque nadie la creería.

José Felix Tezanos no es Julia, pero solo por cuestión de género; Pedro Sánchez podría ser su exigente esposo; la criada muerta es, sin duda, el PSOE, y el CIS se parece cada vez más al título de la comedia de Paso.

A punto de entrar en el nuevo y doble año electoral, los ‘sanchistas’ han acuñado el siguiente mensaje: «El efecto Feijóo se desvanece». Al hilo del fútil recado, el CIS del doctor Trola felicitaba estas pascuas a los españoles con una macroencuesta autonómica que da un 30,6% de voto al PSOE y un 28,6% al PP. Dos puntos de diferencia. Un día más tarde, quizá para curarse en salud, el mismo organismo admite que una proyección de dicha macroencuesta ante unas hipotéticas elecciones generales daria como resultado porcentual de votos un 29,4 para el PSOE y el 28,8 para el PP. La Julia de Paso en estado puro.

Sin embargo, si nos guiamos por consultores privados, cuyo sueldo no depende, directa o indirectamente, de Sánchez, aún admitiendo que el referido efecto se ha ralentizado todos ellos estiman que es prácticamente imperceptible. Así, entre otras, la última encuesta de GAD3, empresa que clavó el resultado en Andalucía, estima un aumento de votos al PP, que pasaría de los 89 diputados actuales en el Congreso a 143, aumentando 54 escaños, en tanto que el PSOE, que en la actualidad lo conforma un grupo parlamentario de 120 diputados, sólo obtendría hoy 104, perdiendo 16 diputados.

Dicho lo anterior, no está claro que el ‘efecto Feijóo’ se desvanezca, parece más acertado estimar que los defectos de Sánchez han ido aumentando en cantidad y calidad. Ya lo dijo Cervantes hace tres siglos: «Nada hay más pequeño que un grande dominado por el orgullo».

Bajando el escalafón personal, pero apostillando las palabras de nuestra máxima figura literaria, recientemente, Enrique Pérez Romero, vicesecretario del PSOE extremeño, al renunciar a sus cargos en carta dirigida a Pedro Sánchez, expresa: «Has sido el peor dirigente del partido desde su fundación». «Has logrado que el partido desaparezca». Evidentemente parece que el ‘defecto Sánchez’ es lo que sobresale. Y así, suma, sigue y seguirán.

Las compañías indeseables en el Gobierno, sus colaboradores, separatistas y herederos de ETA, pero sobre todo su soberbia, han catapultado al presidente del Gobierno como máximo exponente nacional de la mentira.

Muchos españoles, recabando uno tras otro, día tras día, el incumplimiento de sus palabras y compromisos electorales, podrían optar en los próximos comicios electorales por votar a su lavadora, que tiene los programas más claros y limpios que Sánchez.

Ni Alfonso Paso hubiese sido capaz de incluir en la obra que da título a este artículo de opinión tanta mentira. Luisa, su principal protagonista queda relegada como una pueril aprendiz de Tezanos y su mandante, con la diferencia de que aquella personalizaba una divertida comedia que todavía nos hace reír y estos dos individuos intentan fraguar una tragicomedia que nos puede hacer llorar.

Pero sigamos contando mentiras. Que nadie se soliviante si a la modificación del delito de malversación siga otra por la que el hecho de atracar a un político agraciado por esa rebaja penal fuese considerada eximente al entenderse como un reembolso de lo que es suyo y no como robo de lo ajeno.

Lo siguiente no es mentira, fue una cruel realidad. Cuando hace más de dos mil años una multitud exigió a Pilatos que liberara a Barrabás, el ladrón, Jesús fue crucificado. Su delito fue molestar al Imperio. Las ansias de poder y el enfermizo vicio de conservarlo a cualquier precio es un peligro ancestral que, hoy, pese a la democracia, sigue envenenando las sociedades, no lo olvidéis.

Feliz año a todos. Un fuerte abrazo.

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