El desliz

Manual de instrucciones para entender las notas de la LOMLOE

Ilustración de Elisa Martínez

Ilustración de Elisa Martínez

Pilar Garcés

Pilar Garcés

Estoy pensando seriamente cogerme un día libre para leerme el boletín de notas de los niños con tranquilidad, imposible llegar a todo. No me tocará la pedrea en el sorteo del 22, pero tengo en casa dos alumnos de curso impar, con sus intrincadas calificaciones derivadas de la nueva ley, una suerte. Aunque tal vez ya no debo usar los términos «notas» o «calificaciones», no sea que los niños se pongan nerviosos y se sientan presionados, y no persigue eso la LOMLOE.

Los progenitores sí nos podemos angustiar mientras metemos mano a la app que guarda los resultados de nuestros hijos: el informe de criterios de evaluación continuada. Desde el cole nos han tenido que dar una charla con un powerpoint para ayudarnos a encontrarlo e interpretarlo, cosa que nos ha relajado como una terapia de grupo.

Todo ese fárrago laboriosísimo en que se han convertido las antiguas puntuaciones trimestrales se resume en un semáforo para que lo entienda todo el mundo. Dicho cuadrante de colores (verde, el estudiante va bien; amarillo, regular y rojo mal) se parece bastante a lo que había antaño, y va acompañado de un comentario del docente como los de siempre. Para qué complicarlo tanto si luego han de proporcionar una versión reducida y simplificada que evite una revuelta de familias a las puertas de los claustros, eso yo no lo sé.

Bastante tengo con abrir el desplegable materia a materia, e intentar descifrar en qué consisten los criterios de evaluación uno por uno, después de averiguar que CMNSC es Conocimiento del Medio Natural, Social y Cultural, o las ciencias de toda la vida. Empiezo a dudar de mi propia comprensión lectora, me duele el pulgar y solo voy por la primera asignatura de mi primer hijo.

El destino se ríe de quienes llevamos toda la vida resistiéndonos a leer los manuales de instrucciones del horno, el teléfono móvil o la caldera porque ya iremos viendo conforme los usemos. Esta actitud de evitar la letruja y reservarnos para la alta literatura ya no sirve. Porque los que no solemos coger atajos en la educación no nos quedamos en el semáforo, sino que, valientes, nos aventuramos en las nuevas notas que son como una autopista de nueve carriles. Es, además, un tema de solidaridad con los primeros damnificados de esta modernez, los profesores obligados a escribir Guerra y paz para calificar a cada uno de los veintipico niños de su aula. Todo el tiempo empleado en evaluar materias despedazándolas en docenas de ítems expuestos en un lenguaje apto para opositores a Notaría merece un aprecio. Yo les pondría un sobresaliente en conjunto, pero me da miedo etiquetarles con semejante concepto vintage. Les han enterrado en burocracia cuando deberían reservar sus energías para la docencia, un asunto menos reposado que legislar.

Y qué decir de los grandes protagonistas de la LOMLOE. «Ya he visto tu informe de criterios». «¿?». «Las notas». «¿He aprobado?». «Pues parece que mayoritariamente has contribuido al bienestar individual y colectivo y al logro de los valores de integración europea a través del conocimiento de los procesos geográficos, históricos y culturales que han conformado la sociedad actual, valorando la diversidad cultural o afectiva y sexual, la cohesión social, y mostrando empatía y respeto por las minorías y por la igualdad de género». «¿Entonces no he aprobado?». «Claro que sí, cariño, semáforo verde».

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