La Opinión de Murcia

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José María Martínez Selva

Llama a tus amigos

Llama a tus amigos Leonard Beard

Los contactos sociales, aunque sean breves y de poca intensidad reportan satisfacciones y bienestar en la vida cotidiana personal y laboral. Así ocurre en la puerta de la casa al hablar con un vecino, durante el rato del café o al salir o entrar al trabajo. Se disfruta especialmente cuando el contacto es con amigos o con quienes se mantienen lazos estrechos y cordiales. La amistad es una relación especial y voluntaria de confianza, intimidad y cercanía entre las personas, que abarca cualidades como igualdad, intereses compartidos e interacciones placenteras o que satisfacen necesidades. Muchos de nuestros buenos recuerdos van unidos a acontecimientos compartidos con amigos.

Ocurre que en la vida urbana pueden darse períodos de tiempo muy largos sin que nos encontremos con quienes queremos y apreciamos. La falta de ocasiones hace que alguien tenga que tomar la iniciativa. Un fenómeno curioso ocurre entonces y es que, a pesar de la buena relación y de los deseos de hablar o escribir a esa persona, nos resistimos a hacerlo, incluso estando seguros de que nuestro mensaje será bien recibido. ¿Por qué algunas veces nos cuesta tanto llamar a los amigos?

Algunas razones son simples. Además del coste en tiempo y esfuerzo, suele surgir cierta preocupación por la reacción de la otra persona: que esté muy ocupada o que le moleste nuestra iniciativa. Lo que nos puede llevar a pensar si obraremos bien. Estos pensamientos pueden impedir o ser una barrera para el contacto y se acentúan cuando no existe una razón especial, como podría ser felicitar por algo o pedir un favor. A pesar de que estos intentos, telefónicos o a través del correo electrónico, suelen ser muy bien recibidos, se atasca uno cuando no hay un motivo suficiente.

Peggy Liu, profesora de la universidad de Pittsburgh, y sus colaboradores han investigado en una serie de minuciosos experimentos cuál es el origen de esa resistencia a retomar los contactos puntuales con amigos. Una de sus conclusiones es que quienes inician una interacción no valoran suficientemente lo agradable que es lo mucho que amigos y conocidos aprecian el hecho de acordarse de ellos y recuperar el contacto, aunque sólo sea para un breve saludo o para charlar y escuchar sus novedades, sin más pretensiones.

Podría deberse a la falta de empatía, la capacidad de ponerse en el lugar del otro, lo que resulta extraño pues se trata de alguien a quien se conoce bien. Liu y sus colegas opinan, en cambio, que la barrera para contactar surge de la dificultad de centrarse en la satisfacción que provocará el gesto de retomar la comunicación, lo que impide hacerse una idea precisa de cómo se sentirá la otra persona. Según estos investigadores, cuando se intenta retomar el contacto se piensa más en la sorpresa que en la satisfacción que provocará. La realidad es otra: cuanto mayor es la sorpresa, más se aprecia el gesto del amigo. Cuanto más inesperado es el contacto, más positivo es el resultado. Es el efecto similar al que provoca un regalo, que da más alegría si no se lo espera.

Al no dar importancia suficiente a la sorpresa positiva que supone para el receptor, se retrasan o eluden interacciones con los allegados. Del contacto cordial con alguien con quien se mantiene una relación positiva se derivarán beneficios para los dos. Si le asalta la idea de llamar a un amigo, hágalo sin más, será bueno para la relación.

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