La Opinión de Murcia

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El retrovisor

Aquellos cadetes

Arriba, el cadete Juan Carlos de Borbón en la aga en 1958.En esta imagen, guateque en honor de don Juan Carlos en la finca del Marqués de Rozalejo en Roda, 1958.

Las tardes murcianas del fin de semana se vestían de azul o de blanco, dependiendo de la estación del año. Descendían en La Rotonda, en Alfonso X o en Santa Isabel de sus flamantes autocares pintados de gris azulón, marcados con las ‘aspas de San Andrés’, distintivo del Ejército del Aire. Eran bizarros y apuestos cadetes aspirantes a oficiales llegados desde la Academia General del Aire en Santiago de la Ribera.

Las mozas casaderas suspiraban ante su llegada, ilusionadas por las mil aventuras narradas por aquellos osados jóvenes, que se atrevían a pilotar una Bücker o un Saeta (Hispano Aviación HA-200 de fabricación nacional). Sus vistosos uniformes, sus entorchados y sus inseparables gafas Ray-Ban despertaron pasiones entre las muchachas de toda una época e incluso celos de los nativos ante aquellos gallardos aspirantes a oficial provenientes de todos los rincones de España, unidos por el mismo glorioso uniforme.

Tempranas tardes de sábado en cafeterías en las que se mezclaban los aromas de Flöid con los de Myrurgia: Dunia, Santos, Paco’s, Hungaria, Dortmund, donde iniciar amistad e incluso idilios ante un café, bailes en la discoteca Momo, propiedad del inolvidable José María Galiana, en la que José Reforma, ‘Pito’ para los amigos, metido a barman y viejo legionario conocedor de todo lo castrense, cobraba suculentas propinas por guardar con celo gorras de plato, guantes, Ray-Ban e incluso gabardinas de reglamento a los futuros pilotos. Romances que depararon en mayores e hicieron pasar por el altar a muchas jóvenes murcianas de entonces.

Destacado e ilustre fue el cadete Juan Carlos de Borbón y Borbón, allá por los finales de los cincuenta. Un tiempo que le unió para siempre con cariño inusitado a Murcia. Aquí le vemos en dos instantáneas de Tomás, rindiendo honores como gastador y en uno de los guateques que se organizaban en su honor en la finca del Marqués de Rozalejo, en la pedanía marmenorense de Roda, cuando ya se adivinaba que sería el sucesor de Franco a título de rey. La vida del futuro monarca en aquellos años no fue fácil. Sus estancias en Murcia fueron numerosas, rodeándose de afines a la monarquía como lo fueron el sacerdote don Antonio Moreno, o profesores de la Academia General del Aire como don Ernesto Andrés Vázquez entre otros recordados nombres. Murcia caló muy hondo en el futuro rey, tanto, que en cierta ocasión, envió efusivos saludos al propietario del Mesón Los Cazadores en Santiago de la Ribera a través del entonces presidente autonómico Alberto Garre, lugar donde se solazaba el monarca emérito tras sus largas horas de estudio.

Un tiempo en el que las calles de Murcia se teñían de azul y de vida en las tardes de los inolvidables sábados de otro tiempo cada vez más lejano.

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