La Opinión de Murcia

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Tribuna libre

Los sindicatos de la Educación se examinan

El deterioro del sistema educativo regional es palpable y hace mucho que se manifiestan los síntomas que dejan constancia de que algo grave está sucediendo en nuestra escuela pública. La representación laboral docente necesita un plan de acción ante la mala gestión política actual que azota las aulas. Desde UGT nos planteamos una serie de cuestiones críticas, necesarias para abrir una nueva etapa educativa en nuestra región en la que las protagonistas sean la personas a las que los sindicatos deben servir. Voy a intentar resumirlas.

Necesitamos terminar con el cainismo y la gremialización: la representación laboral debe ejercerse con el ánimo de mejorar la situación de toda la comunidad educativa. Hay sindicatos que dividen a la plantilla, defendiendo únicamente intereses parciales de algún colectivo, como los que representan solo al personal docente interino. Esta actitud, semejante a la de los partidos independentistas, divide y ahoga la voz de la comunidad educativa en disputas internas fútiles. La falta de intersectorialidad, además, deja fuera a estos sindicatos gremiales de las grandes negociaciones en materia educativa en nuestro país, y resta fuerza a las reivindicaciones de todo el personal. Un ejemplo reciente es la negociación de la subida salarial, que supondrá una subida media de 300 euros mensuales en la nómina del personal docente. Una mejora histórica en la que ha participado UGT, y en la que los sindicatos gremiales, en su línea, no han aportado nada, salvo críticas poco constructivas desde su propia impotencia.

Si no existe la educación sin valores, ¿puede existir una representación laboral docente sin ellos? Los sindicatos de la educación deben reforzar su compromiso con su defensa como derecho fundamental y con las reivindicaciones históricas de toda la plantilla, o afrontar el riesgo de llegar a la irrelevancia. No hay equidistancia posible: o se está con la escuela pública o no se está. La aparente neutralidad e independencia de determinados sindicatos no es sino un astuto y estudiado cálculo de oportunidad que reduce la función de representación a una simple asesoría laboral. La reivindicación y protesta legítima contra la mala gestión política educativa (sea del color que sea) es una obligación ética y básica de la representación laboral. La equidistancia calculada termina silenciando las reivindicaciones necesarias de una comunidad educativa que está siendo objetivamente maltratada por la actual gestión política regional. Una plantilla docente que se desentiende de la política educativa y que renuncia a juzgarla puede ser maltratada e instrumentalizada con facilidad.

Desde los sindicatos transversales debemos volver a trabajar para ilusionar a la plantilla. Necesitamos generar más confianza, fomentar la participación y comprometer a la afiliación, aún a pesar de la dificultad de enfrentar las campañas difamatorias y remar contra la corriente actual del sálvese quien pueda. Es algo esencial para mantener la salud representativa y evitar la ‘macdonalización sindical’. El sindicalismo de todo a un euro que se ha instalado en una parte de la comunidad docente responde, por un lado, al desencanto con los sindicatos transversales, y por otro, a una forma muy particular de entender (o más bien desentenderse de) la representación laboral reivindicativa. Este ‘sindicalismo low-cost’ es un modelo que lleva años debilitando las condiciones de trabajo docente. Desde los sindicatos transversales debemos cuidar la ventaja que supone el apoyo de una afiliación comprometida, que es la que realmente nos mantiene: UGT no puede permitirse perder una sola de las cuotas de las 983.521 personas actualmente afiliadas. Nuestra afiliación es la que nos ha permitido garantizar durante 134 años una independencia saludable y esquivar las veleidades de la coyuntura política (desde la dictadura hasta hoy: a pesar de las reiteradas difamaciones, la subvención del Gobierno de España para UGT en 2022 es inferior al 5% del presupuesto anual del sindicato).

Desde los sindicatos de la educación debemos romper con la crispación interesada que oculta la mala gestión política. El trumpismo regional necesita tanto a los sindicatos ‘independientes’ con su indolencia como a los que viven permanentemente instalados en la protesta. Entre sí se retroalimentan en un triste bucle que termina generando la desafección de la comunidad educativa. Tenemos que volver a hacer de la moderación un valor. La autoridad de quien sin renunciar a sus valores se compromete y es accesible, mostrando talante y voluntad para negociar y entenderse, termina siendo mayor que la de quien busca notoriedad a base de exabruptos y titulares de prensa.

Desde UGT somos optimistas y conscientes de que el futuro relevo de la actual consejera de educación puede abrir una ventana de oportunidad para retomar un diálogo constructivo, una etapa más amable para la educación pública. Un nuevo tiempo para la construcción de nuestra realidad educativa que empieza en breve, con el examen de los sindicatos de la educación el próximo 1 de diciembre.

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