La Opinión de Murcia

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Entre letras

Entre la memoria y el sueño

Antonio Marín Albalate (Cartagena, 1955) fue el ganador del VII premio literario Corcel Negro por su poemario Ruleta musa, que ahora publica Entrelíneas Editores en Madrid. La poesía de Antonio Marín no es una poesía fácil ni ortodoxa, ni está escrita siguiendo los cánones habituales. Y ese quizá sea su mayor atractivo, el de la sorpresa en cada poema y el asombro que cada una de sus representaciones pueden causar en el lector. Habla el poeta, en unas palabras preliminares, de que se trata de un libro reforzado con hierro, porque el poeta José Hierro, uno de sus más admirados maestros, en su centenario, preside con su imagen, pero también con su ejemplo y con sus palabras incluso, muchas de las estancias de este libro de poemas tan singular. Poemas que contienen trozos de existencia escritos recientemente o hace poco restaurados y reformados en busca de ese juego de azar que es siempre la palabra poética en Marín Albalate.

Dice el poeta que sus textos son la consecuencia de haber vivido, pero también de vivir sin peligro con el arma cargada, la pistola con su ruleta de la suerte y de la inseguridad ante el destino. Porque el sueño y la memoria son los que construyen la trama y la urdimbre de este libro tan certeramente construido y forjado entre experiencias y homenajes, mientras que la palabra poética va conteniendo, en sus ocasionales deformaciones y recovecos, sorpresas y encuentros, viejas canciones «que nos llevan a contemplar un onírico paisaje desde donde los nombres del sueño y la memoria muestran su voz mediante esa musa que a veces, mientras uno trabaja, nos visita de súbito cupino para deslumbrarnos inundando así el alma de las palabras posibles con su fugaz presencia».

Se inicia el poemario con la ya anunciada celebración de Hierro, en 2022, fecha exacta del recuerdo y del homenaje, para transitar a continuación por cinco estancias establecidas, de diferente extensión, en las que la inseguridad y la ignorancia muestran la impaciencia ante el azar de esa musa caprichosa que suena a pistola y a azar: la ruleta musa. Quizá el espacio más intenso de todo el libro se reúne, tras la sala de juegos, en el conjunto de esas viejas canciones a las que aludía el poeta, en las que surge enseguida el homenaje a Leopoldo María Panero, reiterado y mantenido con la unción del devoto implacable ante los mundos insólitos de un poeta tan admirado como singular. Canciones que reflejan momentos de existencia y que forjan un mundo poético complejo y controvertido que convence, sin embargo, por su coherencia e intensidad.

El territorio poético más íntimo y sintético lo representa en el libro el conjunto de espacios oníricos con versos nipones, que alcanzan, en la síntesis concentradísima del haikú, pensamientos que reflejan las galerías interiores de un alma, la del poeta, arraigada a una pasión sensible de sorpresa e inquietud. Síntesis y concentración de imágenes que trascienden emoción y deseo: un fuego, una boca, un gemido, una lengua de lumbre o un silencio, el latido de una piel, una mirada y tan solo tres versos para concentrar sentimiento, imagen y pasión. El pecho, la llama, los labios, la luz, todo condensado para dar entrada al espacio final del sueño y la memoria, que forjará la conclusión de todo el libro.

Y en esos escenarios finales se concitan reflexiones y nuevos homenajes, y, entre los nombres concedidos, surgen recuerdos que son memoria pero que han construido existencia. El tiempo gravita con su poder en estos ámbitos, en los que se concentran gozos y sombras, ilusiones y decepciones, porque la poesía de Antonio Marín Albalate es poesía de existencia y autobiografía, que refleja encuentros y también muchas confidencias con aquellos a los que admira tanto, no ya desde el homenaje sino desde la devoción. Por eso, un poema como Alicidad en abril, con el alto acompañamiento de Alicia en el País de las Maravillas, Lewis Carroll y nuestro Francisco Sánchez Bautista en su arcadia, refleja bien el propósito y la ansiedad de un deseo de expresar, en un abril y cerrar de ojos, la belleza de un instante fugaz. Acaso el poema final, esa elefantiasis fláccida, manifieste muy bien el espíritu de todo el libro, en el que el autor ha fundido experiencias, pero también ha jugado al azar de la ruleta musa y del ajuste de cuentas con el mundo, con el planeta que le ha tocado vivir, por más que su palabra poética, con sus máscaras y también con sus engaños, trate de burlar la dureza de esa realidad que el poeta prefiere evocar decididamente entre la memoria y el sueño.

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