La Opinión de Murcia

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Lucía Perán Alcázar

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En serio, que me gusta escribir sobre palabras y lo hago con ellas. ¡Imposible hacerlo de otro modo! Las palabras nos acompañan desde el segundo cero de nuestras vidas y sin saber, sin poder utilizarlas, pero hasta el llanto de un recién nacido las lleva impresas en cada uno de sus sollozos. Cantar, reír, renegar, los enfados e incluso los silencios, las tienen y dosificadas, encubiertas, según el momento y el lugar. Las personas somos palabras; las palabras hacen a las personas. Simulamos, nos aferramos, nos acercamos o nos distanciamos, nos amamos y odiamos, en las palabras, con las palabras. Un error va creciendo con palabras y un acierto, suena a una ajustada expresión del lenguaje, y no siempre justo. Desear, sorprender, abastecer la no alegría y convertirla en felicidad, conlleva un juego exclusivo de palabras. ¿Cómo no alimentarnos de ellas, si son imprescindibles para vivir y dar vida? ¿Cómo hacerlo? Dejándolas fluir. ¿Fluir? Sí, fluir, algo que se lleva mucho ahora, pero que no es válido aplicarlo a todo, aunque haya quienes se empeñan en hacerlo, cometiendo un error en el lenguaje. Cuidado, que hay errores que no se pueden subsanar y duelen.

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