Opinión | El Prisma

El revoltijo del Grupo Mixto: quilombo filibustero

La últimamente agitada historia del parlamentarismo murciano tiene un nuevo hito que añadir al esperpéntico episodio de la compra con cargos para los diputados que fueron de Vox y Ciudadanos en marzo del año pasado. Desde esta semana, el recuento de hechos registrará también el filibusterismo asambleario al revés, justo lo contrario de cómo se alumbró el término en el siglo XIX en Estados Unidos. Hasta ahora, se tachaba de ‘filibustera’ a la práctica parlamentaria de cualquier grupo minoritario que, mediante triquiñuelas y tácticas dilatorias, pretendía y conseguía retrasar cualquier debate que tuviera visos de producir medidas contrarias a las pretensiones de esa minoría. Es decir, se trataba de impedir el desarrollo normal de la mecánica parlamentaria usual.

Aquí y ahora, resulta que el grupo que apoya al Gobierno murciano parece haberse dado un tiro en el pie, poniendo en riesgo su complicada mayoría parlamentaria de alianzas con tránsfugas al dinamitar de una sola tacada y en lo que parecería una jugada maestra otros dos grupos de amiguetes parlamentarios en los que encontraba apoyos puntuales o continuos, aliándose con los ‘oficialistas’ de uno de ellos: los supuestamente fieles a la jerarquía de Vox.

Eso sería así como se cuenta si hemos de creer que el detonante de toda la maniobra fue ese cafelito compartido por el presidente López Miras y el baranda regional ultraderechista, el concejal murciano José Ángel Antelo, en un lugar tan clandestino como es una terraza en la Glorieta de España (¡claro!), junto al Ayuntamiento capitalino. Obviamente, para pasar desapercibidos.

Pero nadie sabe nada. Todo son casualidades con punta afilada malintencionadamente. La realidad hace difícil creer que todo sea producto del azar. Pues no solo quedan desactivados los diputados díscolos de Vox, como quería el todopoderoso Abascal representado por Antelo, sino que también (y gracias al inestimable, imprescindible y entusiasta concurso del presidente de la Asamblea para colocar al ‘antirodillo’ Francisco Carrera) queda amordazada la voz ‘radical’ de María Marín, la más crítica frente a las trafullas del grupo del PP y sus saltimbanquis tránsfugas disidentes del Ciudadanos y del Vox oficiales.

Todos se juntan ahora en ese camarote de los amiguetes de Fer en que ha devenido el Grupo Mixto, espacio para una convivencia imposible entre diputados de Unidas Podemos, Ciudadanos, díscolos, oficialistas de Vox… y elementos incontrolados como la inefable consejera de Educación, Mabel para los amigos Campuzano, incorruptible e incorrupta ella como la mismísima mano izquierda de Santa Teresa de Jesús que Franco guardó con pío celo en su mesilla de noche.

El quilombo está servido. Parlamentario y legal. Para empezar, como destacó este diario, se quedan en el alero varias leyes. Aunque el PP y los expulsados de Cs y Vox se dieron prisa en agilizar la de Simplificación Administrativa. O sea, una engañifa legal para desregular aún más la conservación del medio ambiente regional, anteponiendo «los intereses de la red clientelar del Gobierno regional», denunció la socialista Martínez Pay. Y los nada sospechosos servicios jurídicos de la Asamblea han tumbado la de Autonomía Financiera por ‘peligrosa’ e ‘inconstitucional’, un texto rechazado también por los votos de la oposición y los de los tránsfugas. Vaya un avío.

Menuda imagen queda con el tiro en el pie filibustero que se ha dado el partido gobernante a seis meses vista de las elecciones. Aunque, a decir verdad, ya estaba más que retratado por su boicot inmisericorde a todas las iniciativas del Consejo de Transparencia, que no se sabe muy bien ya para qué sirve. ¿Habrá que extender a toda la política gubernamental la percepción de María Marín de que el PP y sus queridos tránsfugas de distinto pelaje y condición han convertido la Asamblea en un estercolero? A lo peor tiene razón. Hay apuestas a que alguien volverá a dejarnos ojipláticos antes de mayo.

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