Opinión | PINTANDO AL FRESCO

Enrique Nieto

PAISAJE URBANO

Estamos en una ciudad de la Región de Murcia, cualquier día de esta semana. Vamos por un largo paseo muy utilizado por los ciudadanos para salir a andar, correr o pasear. El cielo está gris, pero no amenaza lluvia. Todo el mundo sabe que es la calima lo que nos envuelve, la atmósfera llena de pequeñas partículas de polvo en suspensión procedente del desierto del Sahara que vamos introduciendo en nuestros pulmones al aspirar. Este fenómeno atmosférico se daba muy de vez en cuando hace unos años, pero ahora no salimos de una calima cuando ya estamos en la siguiente, debido a ese cambio climático en el que unos cuantos pelmazos no creen. Si por casualidad cayeran unas gotas, que es lo máximo a lo que parece que podemos aspirar en nuestra Región, se nos llenarían los coches de barro según costumbre de la casa.

A lo largo del paseo pueden verse 10 o 12 cagadas de perro que algunos desalmados han dejado allí para fastidiar el paisaje. Como son las 9.30 de la mañana, el personal que camina es en su mayoría gente mayor que trata de mantenerse en buen estado físico por más que la edad no perdone. El ochenta por ciento de los hombres tiene una barriga prominente que claramente es el estímulo que los hace salir a andar. Sin embargo, el noventa por ciento de las mujeres mantiene un físico entre aceptable y bueno, quizás porque beban menos cerveza, o porque coman menos, o porque no piquen entre comidas, o porque no se levanten de ver la tele a las once de la noche y vayan a la cocina a coger un par, o dos pares, de onzas de chocolate, una madalenica, o un bollo de los que toman para el desayuno.

De vez en cuando pasa un hombre o una mujer joven corriendo. Si son muy jóvenes puedes pensar que son universitarios que tienen clase por la tarde, o algún empleo a tiempo parcial. Si ya pasan de la treintena la impresión que da es que no es hora para que una persona que tenga un empleo normal esté haciendo deporte, o sea que pudiera ser que sea un parado/a. La misma impresión dan los que van a media mañana por las calles céntricas paseando a un bebé en un carrito. Él o ella suelen aparecer muy serios, nada que tenga que ver con unos padres jóvenes paseando a su bebé un domingo a la misma hora. Esta escena suele ser alegre; la de los días de trabajo siempre tiene un toque de seriedad entre rabia y tristeza.

De esta hora todavía temprana, pasemos a la de las 9 de la noche por el centro de la ciudad o del pueblo. En las terrazas de los bares las mesas están casi todas ocupadas con personas de muy distintas edades, entre veinteañeros y setentones unidos por un único afán, la cerveza. Resulta realmente sorprendente mirar esas mesas y ver la superficie ocupada por cañas, copas, quintos, tercios, jarras…, a veces con tapas, una marinera o unas patatas con aceitunas, pero en muchos casos solo el vil plato de frutos secos de baja calidad interrumpe la sinfonía cervecera. Y esa variedad de versiones del mismo producto que coincide en la misma mesa se debe a que hay diferentes gustos para la ingesta. Hay quien no soporta beberse la cerveza a gollete metiendo la boca en un sitio de al menos dudosa higiene, mientras que a otros les encanta empinar el codo con el quinto en la mano y apurarlo hasta el final, hasta el mismísimo fondo, musitando mientras eructa al terminar: ‘oye, pídeme otro que voy al aseo’ (es conocido que un prominente político murciano se vuelve loco por los ‘quinticos’) Sin embargo, muchos prefieren la de barril, en copa fría grande, o pequeña para que no se caliente y enseguida también pedir la segunda.

Es la hora también de la salida de los gimnasios de muchos que suelen ir cuando acabar de trabajar. Se ve a muchos hombres de distintas edades y a algunas mujeres. El noventa por ciento de ellos luce prominentes pectorales, bíceps desarrollados y amplias espaldas, y casi todos llevan algún tatuaje. Se les nota contentos de sí mismos porque hoy el espejo del gimnasio les ha devuelto la imagen que querían conseguir, que no era la que tenían hace unos años. En un cierto sentido, eran personas metidas en un cuerpo que no les gustaba y que ahora han conseguido moldeárselo a su gusto. Lo mismo que ocurre en otros casos.