Opinión | Nos queda la palabra

Julián García Valencia

Autoayuda y a morir

El sentido de ‘meterse en un jardín’ no es, paradójicamente, muy distinto al de ‘meterse en los charcos’. Ambas expresiones significan meterse en problemas. El político diestro en eludirlos suele tener vida larga, pero hará puro escapismo, pues la materia prima de la política son los problemas. José Borrell se ha venido metiendo en jardines desde que llegó al cargo de Alto Representante de Exteriores de la UE: fue el primero que plantó cara a Putin, recibiendo un mordisco; aguijonea sin cesar a la UE para que aprenda a defenderse y, al hablar del jardín de Europa y la jungla exterior, ha sublevado a los países donde la democracia falta o es puro decorado. Pero si el europeo no se cree de veras que un sistema basado en la efectividad de los derechos humanos y la democracia es superior a los que los desprecian o ignoran, difícilmente estará dispuesto a defender su jardín.

Menos mal que en el inicio de los tiempos no había psicólogos pues no hubiéramos durado ni una generación. Somos lo que somos por los demás. Sin la tribu, el poblado o la ciudad, sin sumar no nos hubiéramos comido un colín frente al resto de la fauna. En aquellos tiempos, la brujería intentaba salvar a la comunidad y no dar clases de autoayuda.

Miles de años después, una conferencia de un psicólogo de moda reunió a más de cien personas en Murcia en torno a su nuevo libro de cabecera. En sus palabras, la fórmula para conseguir una vida plena es mirarse hacia adentro, solucionar el diálogo interior y olvidarse de echar una ojeada al exterior y, por supuesto, renunciar a intentar mejorarlo. «Ya hay bastantes personas interesadas en hacer cosas fuera, lo mejor es dejar eso», aseveró. Pobre Antonio Machado, pensé: «Haced política, porque si no la hacéis, alguien la hará por vosotros y probablemente contra vosotros».

La charla en la Biblioteca Regional de Murcia, que tuvo otros momentos memorables como cuando eligió un libro para dejar de fumar entre toda la creación literaria, se produjo el mismo día en que el neoliberalismo dio una muestra más de que el individualismo que pregona supondría el final de los tiempos, no sólo de Truss. Esto es, el dejar hacer sin anteponer el bien común no es una receta válida… ni para los mercados.

Ni siquiera la pandemia parece que altera el guion para los que se dedican a hacernos pensar que lo mejor es afincarse en la vida interior, no moverse un ápice, si no es para tomar una caña.

¿Qué importancia tendrá que yo sea feliz si los demás no se cuidan? Igual lo que nos ha enseñado el covid y toda la historia de la humanidad es que todos dependemos de todos. Y que sin un compromiso social no podemos considerarnos personas ni vivir.

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