Opinión | La Feliz Gobernación

La caja de mixtos

La dinamitación del Grupo liderado por Liarte obedece a un pacto entre López Miras y Antelo para reponer la confianza mutua ante una futura coalición entre PP y Vox. La consejera de Educación aceptó pasarse al Grupo Mixto por indicación del presidente

Fernando López Miras.

Fernando López Miras. / L.O.

Fernando López Miras aseguró que se había enterado por la prensa de la decisión de su consejera de Educación, Mabel Campuzano, de pasarse al Grupo Mixto en la Asamblea Regional. Pero no completó la frase, que tendría que haber proseguido más o menos así: «Me he enterado por la prensa de lo que yo le he inducido a que haga».

La dinamitación del llamado Grupo de Vox, compuesto por los cuatro diputados inicialmente electos de ese partido, de entre los que ya solo había uno de Vox (Pascual Salvador Hernández), ha constituido una operación pactada entre el PP y la organización de Abascal (el segundo pacto regional de ambos partidos tras el relativo a la investidura del presidente, y el premonitorio del tercero, el acuerdo de Gobierno de 2023), en la que cada parte ha hecho su trabajo en dos acciones sucesivas. Este último pacto se ha ingeniado en los contactos entre Feijóo y Abascal, primero, y López Miras y José Ángel Antelo, después.

Primera, el líder regional (provincial, lo titulan ellos) de Vox, Antelo, indicó a Pascual Salvador que emprendiera el camino hacia el Mixto, aunque parece que el diputado, que no estaba informado del conjunto del diseño, se resistió inicialmente hasta que recibió una ‘señal’ de la dirección nacional. Ese movimiento, por sí mismo, no cambiaba nada, pues el Grupo Vox seguiría subsistiendo con el mínimo exigido de tres diputados, ninguno de ellos disciplinado al partido.

Una vez que se ejecutó ese paso, tocaba actuar a López Miras. Fue él quien pidió a Campuzano que siguiera a Pascual Salvador hasta el Grupo Mixto. Y esto por interés del PP en cuanto a sus futuras relaciones con Vox en caso de necesitarse mutuamente para completar la mayoría parlamentaria tras las próximas elecciones autonómicas.

La llamada de Campuzano no podía hacerla Vox, pues las relaciones de la consejera de Educación con el partido con el que se presentó a las elecciones son inexistentes. Solo la autoridad del presidente del Gobierno podía decidirla a mover de sitio su escaño. Y así lo hizo. Con su decisión, el Grupo Vox quedaba cancelado. Sin ninguna pena para Campuzano, pues si ponemos el dicho popular al bies, ‘los enemigos de mis enemigos también son mis enemigos’. Ella no soporta a Vox, pero menos a los exVox (Juan José Liarte y Francisco Carrera), con los que inicialmente había coincidido en la disidencia, hasta el punto de que éstos forzaron a López Miras a que la nombrara consejera de Educación y Cultura como pago al apoyo que los tres le prestaron para deshacer la moción de censura de PSOE y Ciudadanos.

Pero después, ya en el ejercicio de su cargo, Campuzano se resistió a ser tutelada por Liarte y por los endosados de éste en su consejería, hasta el punto de crear una crisis que obligó a López Miras a trasladar Cultura con sus íncubos a sus dominios en el departamento de Turismo. Campuzano no puede ver a Vox ni en pintura, pero menos a Liarte y a su acólito. Por eso, y también por su propio interés ante el presidente, le ha hecho un favor a Vox, al coincidir involuntariamente con éste en la desactivación de los otros diputados exVox.

El resultado práctico de estos movimientos contiene un buen número de claves, algunas de las cuales enumero:

  1. Se recupera la armonía entre PP y Vox con vistas a una feliz confluencia parlamentaria o de Gobierno tras las próximas elecciones, ante la perspectiva de que el PP las ganará, pero sin alcanzar la mayoría.
  2. Se disipa el resquemor de Vox ante López Miras por el aprovechamiento de éste de los disidentes de Vox, a los que hasta regaló una consejería estratégica, lo que había conducido a la insinuación por el partido de Abascal de que, llegada la hora de la futura investidura de un presidente del PP, impondrían la condición de que éste no fuera López Miras.
  3. Mabel Campuzano ya no molesta a Vox en su calidad de consejera, pues su decisión ha contribuido a arruinar la prevalencia parlamentaria de Liarte, el verdadero capitán de la rebelión interna en Vox. Por su parte, la totanera se asegura su permanencia en el Gobierno hasta el final de la legislatura, pues López Miras le debe una al haber aceptado su indicación de pasarse al Mixto.
  4. Vox no solo consigue impedir que haya diputados que hablen en nombre de su marca y administren sus recursos sin representar a ese partido, sino que también frena la plataforma económica que empezaba a sustentar la promoción en la Región de Murcia de una disidente de mayor envergadura, Macarena Olona.
  5. Fernando López Miras mata varios pájaros de un solo tiro. Lo que puede resultar más relevante es que neutraliza la voz de Podemos, la más incómoda para el PP de cuantas se escuchan en la Asamblea. La portavoz de ese partido, María Marín, dejará de serlo del Grupo, pues a partir de ahora se fijarán probablemente, según el reglamento de la Asamblea, turnos rotatorios por orden alfabético de los primeros apellidos en el Mixto, que podrían ser, en primer lugar la propia Campuzano, y después, el exVox Carrera; seguido de Liarte, y luego vendrían Marín, Martínez Vidal y Molina, y, por último, el genuino de Vox, Salvador. Se apaga la voz de Podemos y también la del pequeño reducto de oposición que queda en la Asamblea, aparte del PSOE: los dos diputados que siguen siendo formalmente de Ciudadanos, que además deberán repartir con los recién llegados los recursos económicos del Grupo Mixto, que hasta ahora compartían con Podemos. En resumen, menos visibilidad para la oposión. Y con el extra de que tal vez el PP pueda aumentar su representación en la Mesa de la Asamblea a costa de que el exVox Carrera pierde esa plaza al desaparecer su Grupo.

Llegados a este punto, pregunto al probable lector: ¿qué haría usted si le convocaran a una fiesta en la que los invitados fueran Podemos, los exVox, la consejera exexVox, Vox y los de Ciudadanos que, aun siendo de Ciudadanos piden una refundación en la que de seguro ellos no son los refundados? En mi caso, regalo la idea, pretextaría que no puedo acudir por tener un compromiso posteriormente adquirido.

El Grupo Mixto pasa a ser el tercero del Parlamento murciano, después de los del PSOE y PP, por este orden, y quien más se va a divertir para ordenarlo es la secretaria general de la Asamblea, Encarnación Fernández de Simón Bermejo, por más señas, una letrada que en esta legislatura ya se ha visto en muchas, pero ninguna como en ésta. Aquí solo faltan Marat y Robespierre (Talleyrand sería Liarte si López Miras fuera Napoleón, pero no es el caso). Doña Encarnación es en realidad quien manda en la Asamblea, pero para organizar a este Grupo Mixto no le quedará más remedio que enjaezar el carro que conduzca a algunos a la guillotina. Y mi intuición ya me indica quiénes irán en primer lugar, aunque es bien sabido que al final van todos.

Tanta felicidad en la celebración de las despedidas de solteros de PP y Vox con vistas a su próxima boda poselectoral solo tiene un cabo suelto. ¿Qué responderá el exVox Liarte cuando el cura pregunte a la concurrencia si hay alguien que tiene algún inconveniente para la consumación de los esponsales? Liarte y Carrera han sido ninguneados por López Miras después de haberle prestado un apoyo esencial en los momentos críticos: investidura, moción de censura, presupuestos... Los ha dejado sin grupo, sin portavocía, sin puesto en la Mesa, sin voz, sin visibilidad. Esto no solo tiene consecuencias políticas para ellos, sino también económicas, ya que ambos dejan de cobrar las extras por sus respectivos cargos, pues pasan a ser diputados rasos. Y también dejan de percibir los 20.000 euros mensuales de subvención a su Grupo, causa principal en su día de la ruptura interna de Vox en Murcia, al negarse Liarte a que la dirección nacional administrara esos fondos. Pues bien, ahora ni para ti ni para mí.

(En nota a pie de página cabe decir que quienes tan esforzadamente se empeñan contra las ‘subvenciones a los chiringuitos’ no hayan sugerido siquiera que fueran eliminadas o, al menos, moderadas, estas asignaciones a los Grupos parlamentarios para su propio provecho).

En definitiva, Liarte y Carrera pasan a ser ceros a la izquierda, con perdón, por la decisión estratégica del presidente de convenir con Vox.

¿Qué harían estos dos diputados, decisivos para completar una mayoría absoluta, si el PSOE presentara un proyecto de modificación de la Ley del Presidente que repusiera la anterior en que se limitaba a dos mandatos el ejercicio de la presidencia de la Comunidad, de manera que López Miras tuviera que ser apeado del cartel electoral de 2023? Parece altamente improbable que los exVox (que son, ideológicamente, más Vox que los de Vox) unieran sus votos a los socialistas, podemitas y ciudadanitas, pero... Donde las dan, las toman, se podría pensar. Y como toda esta legislatura se caracteriza por decisiones políticas que vienen impulsadas desde el factor humano (te quiero, te odio, véase la previa implosión de Ciudadanos) no es extravagante contemplar, al menos teóricamente, la posibilidad de que Liarte y su sacristán no se conformen con ser las víctimas de la última deslealtad del presidente a su propia palabra.

Además, el PSOE está escaldado con Liarte. En el trayecto de la moción de censura, el exVox se dejó querer, haciendo creer a los socialistas, tras la deserción de los trepatrans de Cs, que tal vez podían contar con él para derrocar a López Miras, y les tendió alguna trampa para, al final, sacar provecho del presidente y proclamar a continuación: Pero ¿cómo podían suponer el PSOE y Podemos que les apoyaríamos? Y, encima, desveló la naturaleza de algunos contactos comprometedores entre su Grupo y los socialistas, con regodeo y exageración. No es un antecedente que permita al PSOE volver a fiarse de él, ni siquiera para insinuar algún tipo de negociación.

Parece lógico que López Miras haya calculado esta posibilidad, la del rebote de Liarte y el otro, y tendrá previsto ofrecerles cargos, trabajos de consultoría o de promoción turística (según las profesiones de ambos diputados) en la próxima legislatura, incluso hacer permanecer a Carrera en la Mesa en nombre del PP o colocar a Liarte en las listas municipales de Cartagena si es que no sale lo de Olona. Tal vez veamos grandes fenómenos en el futuro inmediato, incluso todavía más emocionantes que los que venimos observando en esta décima escala de nuestra historia como autonomía.

Pero, ¿quién es Liarte? Ojo con él. Se trata de una personalidad compleja. Cuando lo escuchamos en la Asamblea nos damos cuenta de que tira por lo teórico y de esta manera ofrece un marco de discurso al PP del que éste no dispone, pues los populares están en el orden práctico y entre su camada no hay alguien que se salga de las consignas de carril. Emite Liarte una cierta fascinación intelectual al auditorio, saturado de retóricas planas, ramplonas, convencionales. Liarte se eleva sobre los demás, y aunque a veces derrapa en teorías de la conspiración, en negacionismos o en provocaciones irritantes, dan ganas de esperarlo a la puerta para invitarlo a un café y mantener una conversación con él, cosa que no se nos ocurriría hacer con otros agitadores de la extrema derecha. Es cierto que se conduce con las técnicas del abogado, capaz de defender una cosa y su contraria con idéntica habilidad, pero por esta razón su dialéctica resulta más atractiva. Esto que indico lo sabe él más que nadie, pues no puede dejar de manifestar cierta superioridad intelectual. De ahí la pregunta: ¿se va a dejar humillar por una operación López Miras/Antelo tan absolutamente elemental?

Pero también cabe la posibilidad de que Liarte y Carrera acepten su destino y se conformen con el sueldo de diputados rasos, que no está mal. La confusa madeja parlamentaria con la que se sostiene el tinglado de la décima legislatura tenía que conducir, más tarde o más temprano, a alguna traición entre trileros. Esta vez le ha tocado ser víctima a Liarte, tan listo que parecía. Y como lo que parece, en este caso, lo es, algo acabará sacando de todo esto. Y todo lo que ocurra será por el bien de la Región de Murcia, claro. Faltaría plus.

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