Opinión | Divinas palabras

Bernardo Pérez

Haceos amigos con el dinero justo

Es muy curiosa la parábola que utiliza Lucas para acabar con la sentencia: «No podéis servir a Dios y al dinero». Se trata de una parábola que conserva el vigor de la exposición oral en su núcleo, pero que está muy adornada para poder comprenderla.

Si vamos al núcleo histórico, a lo que Jesús probablemente dijo, la parábola es una alabanza a un administrador que, siendo cogido en administración desleal, pergeña una treta para salir airoso. Decide hablar con los deudores de su jefe para reducir las deudas en un amplio porcentaje y así tener ‘amigos’ que le ayuden cuando él no tenga nada. Es decir, se alaba que se utilicen las riquezas de este mundo para obtener un bien ‘superior’. Y la parábola acaba con aquello de «haceos amigos con las riquezas injustas». Este es el probable final que dio Jesús a la parábola, presentando a los que trabajan por el Reino de Dios como ajenos a un mundo de injusticia. Puesto que todas las riquezas son injustas, hay que intentar utilizarlas en beneficio del Reino, es decir, del bien, pues malas ya son por su propia naturaleza. Como dice el adagio, la riqueza nace ensangrentada, siempre es fruto de la injusticia.

Esta parábola no tiene el consenso de la crítica sobre si es o no de Jesús, puesto que solo está en Lucas y este ha de adornarla mucho para explicarla. Sin embargo, es precisamente este dato el que nos permite pensar que efectivamente fue pronunciada por Jesús, quien gustaba de romper las estructuras mentales de sus oyentes con sus parábolas.

Lucas, quien encuentra la parábola en sus fuentes y no puede obviarla, para comprenderla le pone un marco que permite entenderla dentro de la lucha entre los hijos de la luz y los hijos de este mundo, haciendo legítima la acción moral reprobable de defraudar en la administración. Y la conclusión es clarificante: «No podéis servir a Dios y al dinero». Esta frase de Lucas expresa nítidamente la relación en el cristianismo originario con el dinero-capital. Se trata de un amo poderoso, que exige vasallaje, sumisión e, incluso, adoración.

Los seguidores de Jesús solo pueden servir a Dios, por tanto, no pueden servir al dinero, antes bien deben servirse del dinero para servir mejor a Dios. Con el dinero, siempre injusto, han de hacer de este mundo un lugar donde mejor servir a Dios. El dinero-capital sería solo un mero instrumento, no tendría la capacidad de someter las voluntades. Como el estiércol, sería diseminado por la sociedad para hacer crecer las únicas y verdaderas riquezas: la solidaridad, la justicia y la misericordia. «Haceos amigos con el dinero injusto» tiene este sentido y no otro: el dinero-capital es un instrumento para el amor social, para la caridad entendida en su sentido original: para la gratuidad. De esta manera, a partir de un mundo injusto, podemos construir el Reino de Dios.

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