Opinión | Sinequanon

Ciclos climáticos

En un verano tan caluroso como el que estamos viviendo, con sucesivas y asfixiantes olas de calor, incendios por doquier y deshielo de glaciares, es lógica la sospecha de que quitarse la corbata no baste para rebajar el nivel de consumo, con los precios de la energía eléctrica por las nubes y la obvia limitación de los recursos. En estas circunstancias no se puede dejar de pensar en el cambio climático y sus consecuencias desastrosas, ni evitar echar la vista atrás para alivio de nuestros males en busca de un tiempo pasado que no fuera mejor y permita conjurar temores apocalípticos. Con el apoyo de fuentes literarias, entre las que destacan los nombres de Teofrasto, Ptolomeo o Plinio el Viejo, podemos documentar una parte del período histórico que abarcó de la mitad del siglo III a. C. hasta comienzos del V d. C., denominado ‘óptimo climático romano’, o ‘período cálido romano’, que afectó a Europa y el Atlántico septentrional en ese momento. La expresión fue usada por primera vez en 1995 en una tesis doctoral defendida por W. P. Patterson en la Universidad de Michigan, pero fue un artículo científico publicado cuatro años después en la revista Nature por G. Bianchi e I. McCave el que la hizo popular. Le precedió una pequeña era glacial que se estima comprendió entre el 900 y el 300 a. C., del que hablan Columela o Juvenal ofreciendo el dato de que el Tíber llegaba a helarse durante parte del invierno.

A su vez el lapso comprendido entre el 700 y el 1200 fue bautizado como ‘pequeño óptimo climático’, y se sabe que en él se llegó a poder explotar agrícolamente Groenlandia. El estudio de los anillos de los pinos en Suiza, Francia y España, entre otros factores de medición, como los glaciares, ha permitido la reconstrucción de las condiciones climáticas estivales en toda Europa en esa época con bastante detalle arrojando información sobre las importantes oscilaciones del termómetro. Gracias a los testimonios documentales sabemos que entre el siglo XIV y el XIX volvió a existir una pequeña era glacial, y que, en contraste, el siglo XX hizo notar un ascenso progresivo con variaciones climáticas frecuentes e intensas en nuestro planeta. No en vano el sistema climatológico se define por sus transformaciones dinámicas y caóticas en el discurrir temporal.

Este verano de la segunda década del tercer milenio las altas temperaturas no han dado tregua desde el mes de mayo, y ante la expectativa de la noche con la mínima más alta para el 21 de agosto, aprovechando las ansiadas vacaciones ponemos rumbo a un destino de ambiente más respirable. La semana que viene os cuento si el éxito ha acompañado a nuestros planes.