Mi queridísima rubia:

Todos buscamos el lugar idílico donde pararnos a vivir pero Una casa en la Toscana solo sucede en el cine, y, bueno, en la Toscana, y si te sucede en la vida real, mejor que te toque la lotería porque son dificilísimas de restaurar. Que el estilo country casual no se consigue con trucos de YouTube. O sí, pero vas a estar decapando sillas vintage hasta tu jubilación o hasta que te aburras.

Esos baldosines hidráulicos tan monos cuestan un ojo de la cara, por lo que te vas a tener que preparar para hacer pan hasta que se te ponga el brazo de la pala como el de Rafa Nadal sirviendo para ganar Roland Garros.

Ya te digo que solo las influencers tienen la suerte de encontrarse en la basura ese sofá estilo chesterfield y lo restauran en lo que tarda un reel de instagram. A nosotros nos costaría una hipoteca y si nos toca restaurarlo, varios abandonos.

Nunca encontrarás el cojín perfecto que vaya con las fotos del ‘¡Hola!’ Yo sé que no eres mucho del magazine de Sanchez-Junco, pero ha marcado una generación en todo, también en la decoración de residencias de verano, retiros espirituales y sicalipsis inmobiliarias varias, aunque aborrezcas de él, con lo que yo creo que me entiendes.

Así que guárdate de Cupido y de sus regalos. O quédate con los regalos pero guárdate de Cupido y al letrero ese de Amor Eterno le escribes debajo: «… mientras dure», con boli Bic, como harías en tu irreverente juventud. Ese «mientras dure» es la coletilla descreída de nuestro ya querido de Moraes, que está camino de convertirse en el himno punk de este verano. Mientras dure ha durado y venga cervezas para la boda, que creo que nunca será la nuestra. No te acerques mucho a la buganvilla, eso sí, que las cabronas te sacan un ojo con la rama a la que te descuides. 

Soñar es gratis pero sabes que los lugares que amamos no se encuentran, se hacen. Tú tienes tu buhardilla en Madrid, al techo que te asomas como una verdadera gata, sin peligro de encontrarte con un ex, porque si te aparece un ex por el tejado eso no es ni casualidad ni impulso, sino un serio aviso para ir al juzgado. Por ahora mis lugares son prestados, principalmente por mis padres, mis amigos y la hipoteca del banco. Pero mira, vamos a no ponernos exquisitos y ojalá que duren mucho. 

Perdona el tono aguafiestas de la carta, pero es que estoy en la casa con las gafas de sol como la Paquera de Jerez a punto de iniciar una gira por Soria y, oye, también hay que darle voz a los que están fastidiados en agosto. Mis planes en esta semana son ir al cine, escribirte, leer, en la medida de lo posible, ponerme gotas en el ojo, deambular por las sombras, y, por lo visto, moderar tu entusiasmo a través de las cartas. Esperemos que esta relación epistolar no acabe contigo diciéndome que para los ánimos que doy mejor que me quede quieto, que es como acabaron las cartas de la madre de Schopenhauer, una señora luminosa, estupenda y poco dada a las zarandajas, como tú, con ese filósofo pesimista de meme que era su hijo. 

En fin, que lo único que me queda, por ahora, es que me pongas los dientes largos con tus días en las Negras. Que no te pesen mis palabras ni sea rémora mi actual tono, que ya me desquitaré yo cuando tenga bueno el ojo. Si no acabo ciego como Borges, claro, y encima sin saber escribir como él. 

Un beso grande, a pesar de todo sabes que puedo ser el alma de la fiesta, aunque sea un funeral.