El Cabo me tiene atrapada, el reloj se ha parado. Estoy en una casa que se llama Amor Eterno, por mucho que intento renegar de Cupido, él insiste en mandarme misivas. Al llegar Edu me esperaba con un quinto bien fresquito, mientras Lydia preparó creo que el mejor ceviche de lubina que he probado en mi vida, estoy siguiendo al pie de la letra tus indicaciones, pasármelo bien.

Te escribo sentada frente a una buganvilla, con ese color fucsia arrebatador que tienen en verano, para desayunar me han preparado unos huevos revueltos, suena de fondo Bob Marley y tengo algo de resaca, no te voy a engañar. Mi llegada a la casa fue celebrada y regada con mojitos, ron guatemalteco y cervezas como para una boda, sentados en una mesa junto al mar, mirando al cerro negro, una montaña de piedra volcánica que si miras su silueta es una cara que mira al mar, y en cuanto lo descubrí no pude apartar mis ojos de ella. 

Ahora es cuando me monto la película de quedarme aquí a vivir poniendo una panadería, haciéndome jipi, sin querer saber nada más del asfalto y la vida urbanita. Qué cantidad de energía gastamos en el día a día, cuando hay otro mundo infinitamente más atractivo, 44 años he tardado en darme cuenta, no está mal. Retumban en mi cabeza tus palabras: ¡ojalá me toque la lotería!, y suscribo que ojalá te toque ya que no he jugado en mi vida. Y así pedirte que inviertas en un negocio muy rentable que es que yo me retire en este paraíso almeriense al que tú podrás venir cada vez que quieras. 

Tu episodio del ojo me ha recordado todas las veces que acababa asistida por el practicante de Garrucha, que tenía que venir a casa a ponerme la antitetánica por mi conducta suicida. ¡Bendita juventud! Bajar una cuesta sin frenos en mi bici bolero bh, y dejarme las rodillas en el chinorro o que un patín acuático marcha atrás me diera en la cabeza con sus correspondientes puntos de sutura. Pa haberme matao. Cuando éramos jóvenes éramos de goma, y ahora intento salir del mar con dignidad cuando hay un escalón de piedras en la orilla, muy parecido a tu llegada a la playa nudista lleno de arañazos. 

Admiro tu nudismo, admiro a la señora sueca que con sus 80 años vividos pasea y disfruta sin pudor de su desnudez y su cuerpo. Yo no estoy en esa pantalla del videojuego, y mira que acudo a playas donde quizás sea una de las pocas que lleve traje de baño. Estamos acostumbrados a darle una importancia tan bestia a la apariencia, que campañas de concienciación, polémica aparte, son necesarias para normalizar que no todos los cuerpos son apolíneos y que somos hermosas tal y como somos. Nuestra sociedad es mojigata y con prejuicios, la desnudez se ve indecorosa y en general sentimos pudor de nuestros cuerpos. Por eso aplaudo que te despojes de todo y acudas allí donde te sientes libre y feliz contigo mismo, aunque luego aparezca el chulazo que te haga suspirar y llorar por los dos ojos. 

Desde que he llegado no he parado de nadar, disfruto dentro del mar en silencio, mirando el paisaje de Las Negras que es abrumador, no sé si es la tensión que la tengo por los suelos, o la paz que siento y que necesitaba. Te sorprendería lo poco habladora que estoy, tranquilo, no es preocupante por ahora. Soy una pesada, pero este lugar tiene algo. Llevo toda la vida entre Garrucha y Mojácar, pero añoro cómo eran antes, hay demasiada gente aunque lo entiendo, viven de las temporadas de verano. Parece que aquí, en el cabo, aún queda algo de esa autenticidad que tanto me gusta. Fantaseo con vivir con un perro en una casa de cal blanca que veo al pasear con carteles de se vende. Ya sé lo que estás pensando, que no duro ni cinco meses, pero y lo que me entretengo metiéndome mentalmente en el papel, no está pagao. 

Espero que estés bien. Te abrazo.