Opinión | Dos veces breve
Pedro de Silva
La incultura del abandono
Desde hace bastante tiempo las cosas más tontas son las que mejor se venden. El Hyperloop tiene que ver con la velocidad, pues a través de un tubo neumático se podrá viajar a 1.200 kilómetros por hora. En el fondo es solo un modo de asegurar la exclusividad de sus usuarios, que de manera inevitable no serán muchos. En el empeño de ser alguien para separarse del hedor de la manada, el viajero de Hyperloop tendrá lo que busca, a precio nada módico (esta es una condición obligada para la exclusividad). En realidad cada vez hace menos falta trasladarse físicamente para verse o reunirse con alguien y hablar de lo que sea, los lugares apenas se distinguen ya unos de otros y a los realmente diferentes no llegará el Hyperloop, pero el caso es montarse en el último invento: el medio es el mensaje y la imagen la identidad. Musk, el último gran profeta del pasado, triunfará también en esto.
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