Opinión | La nota

Juan Tapia

¿Final de ciclo?

Implica el resultado andaluz un inevitable cambio de ciclo que marque el fin de lo que sus críticos llaman el sanchismo: el pacto del PSOE con Podemos y el apoyo volátil de nacionalistas e independentistas?

Las sentencias lapidarias son muy aventuradas porque en política una semana puede ser una eternidad, pero Andalucía ha sido un duro golpe para Sánchez y el PSOE. La mayoría absoluta del PP en la Comunidad más poblada de España (que fue muchos años la gran reserva del voto socialista) es una sonora bofetada. Como lo sería para el PP que Sánchez lograra esa mayoría en Galicia o en Madrid.

Además, que el PP pueda prescindir de Vox para gobernar va a hacer perder miedo a la derecha. No es seguro que el PP pueda tener mayoría en España sin contar con Vox, pero después de Andalucía es más posible que antes. Por último, la victoria de Juanma Moreno, con el apoyo bien medido de Feijóo, cambia la imagen del PP. El eje Galicia-Andalucía es más poroso que una dirección centrada en Madrid o, todavía más, en el barrio de Salamanca. Y Feijóo y Moreno no salen de los grandes cuerpos del Estado o de las grandes familias sino de una clase media baja a la que no se ha regalado nada. Un PP más plural será más ágil y, para el PSOE, un contrincante político más difícil, aunque no forzosamente un peor enemigo.

Además, ya estábamos entrando en un cierto final del sanchismo. Gobernar con Podemos fue, desde el primer día, algo muy complicado porque era unir la socialdemocracia, que sabe que la economía de mercado es (pese a sus muchos fallos) el sistema social más eficaz, con el anticapitalismo más asilvestrado.

Por eso Sánchez se resistió y anticipó elecciones advirtiendo que, con Iglesias en el Gobierno, ni él ni los españoles podrían dormir tranquilos. Ahora los choques continuos en el Ejecutivo (sobre economía, fiscalidad, o con Podemos votando en el Congreso contra la política exterior) lo han demostrado. Tenía razón el Sánchez del 2019. El Gobierno se pelea en público más que hace (aunque hace cosas) y los electores andaluces han tomado nota. El PSOE ha perdido 3 diputados (sobre 33) en su peor resultado histórico en Andalucía, pero los dos grupos en los que se ha partido Podemos han perdido nada menos que 10 (sobre 17).

Los números cantan. Y el experimento de Yolanda Díaz (modernizar a Podemos desde IU y con apoyo de CCOO) no ha funcionado en Andalucía. Falta de tiempo, sí, dificultad metafísica, también. Solo faltaba el triste asunto de Mónica Oltra.

Y el pacto con el nacionalismo nunca ha sido fácil. Recuerdo a un ministro de Zapatero (importante) clamando en su despacho contra el presidente el septiembre siguiente a la aprobación del Estatut del 2006. La negociación con ERC era difícil y ahora ha votado contra las medidas económicas y la reforma laboral, asuntos que no tienen nada que ver con Catalunya.

El problema es de fondo. Sánchez no se sincera, quizás porque no tiene confianza, y ERC no acaba de asumir la realidad. No asimila que un PSOE en minoría no puede permitirse cosas que se diga que violan la Constitución, aunque el PP sí pueda no renovar, si le conviene, el Consejo del Poder Judicial. Guste o no, es así. Seguir pactando con ERC es ahora (tras el caso del CNI) más complicado.

Habrá que volver sobre el posible final de Sánchez. Pero un problema es que, respecto a Catalunya, el PP ha avanzado poco. Feijóo acertó al hablar en Barcelona de nacionalidad catalana, pero al primer bufido de la prensa reaccionaria hizo marcha atrás. Asignatura pendiente.

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