La Opinión de Murcia

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Nómadas y viajantes

Alemania y sus demonios

Hay más promesas sin cumplir que realidades. Los más críticos sostienen que Scholz ha copiado la política de Merkel tras la invasión rusa de Abjasia y Osetia del Sur (Georgia), en 2008, y de Crimea y parte del Donbás, en 2014. Consiste en aparentar que se hace sin hacer nada concreto

Un vecino de Horenka, una localidad al norte de Kiev, observa los restos de los edificios destruidos por los ataques rusos. SERGEI SUPINSKY SERGEI SUPINSKY

Cayó el Muro de Berlín hace 33 años, pero la frontera emocional entre los dos mundos que se disputaron la Guerra Fría permanece en el asfalto y en la mente de muchos alemanes. Desde la madrugada del 24 de febrero, el país vive una pesadilla que le salpica. Su capital está a menos de 1.300 kilómetros de Ucrania. Llegan trenes desde Polonia con refugiados. En numerosos edificios ondean banderas azules y amarillas. Abundan los carteles de solidaridad y las pintadas que reclaman «no más guerras». Alemania sabe de qué habla. Provocó dos mundiales y pagó un alto precio por la derrota.

No es solo el gas natural ruso, es la historia. El recuerdo de los demonios de un pasado no tan lejano dificulta la acción del canciller Olaf Scholz, el líder socialdemócrata que gobierna desde diciembre en coalición junto a verdes y liberales. No es fácil sustituir a la popularísima Angela Merkel, cuya política de distensión con Vladimir Putin entregó la dependencia energética alemana al líder equivocado. Ahora no se escuchan declaraciones de Merkel sobre Ucrania; tampoco hay autocrítica.

Scholz tiene más problemas de comunicación que de contenido. Es posible que no sea el más carismático. En ese terreno le barren los dos líderes verdes, la ministra de Exteriores, Annalena Baerbock, y el vicecanciller, Robert Habeck. Pero en tres meses ha conseguido suavizar las rigurosas normas alemanas para la exportación de armas a países en conflicto y aprobado el mayor incremento de gasto militar desde la Segunda Guerra Mundial. 

Sube el gasto en Defensa. El Bundestag ratificó la modificación de la Constitución que permitirá sobrepasar el límite del 2% del PIB destinado al gasto en Defensa. Es un asunto de más de 100.000 millones de euros. Los pacifistas advierten sobre los efectos de la rotura de un precinto histórico. 

En lo que sí se mueve con parsimonia es en la entrega de armas a Ucrania. Hay más promesas sin cumplir que realidades. Acaba de anunciar una operación puente con Grecia para el envío de vehículos militares de la época de la URSS con destino final a Ucrania. Atenas recibirá a cambio material occidental. Es un asunto que divide a la opinión pública alemana que teme verse arrastrada a un conflicto mayor. Hay miedo a los precedentes de la Gran Guerra. La cuenta de Twitter Sputnik Not, humorística como Mundo Today, anunciaba hace días una noticia de última hora: «El primer envío de pensamientos y oraciones de grado militar llegan a Ucrania desde Alemania», acompañada de la foto de un camión vacío. 

Los más críticos sostienen que Scholz ha copiado la política de Merkel tras la invasión rusa de Abjasia y Osetia del Sur (Georgia), el pasado 2008, y de Crimea y parte del Dombás, en el año 2014. Consiste en aparentar que se hace sin hacer nada concreto. Scholz y el francés Emmanuel Macron telefonean a menudo a Putin. Ofrecen propuestas de alto el fuego, y ahora una para desbloquear el puerto de Odesa. Olvidan quién es el agresor. Añadan al cóctel a Henry Kissinger, que ha pedido que Ucrania realice concesiones territoriales a Rusia a cambio de la paz. Putin sabe que Occidente no va a aguantar un pulso de meses.

A los alemanes les preocupa que los cortes en el suministro de gas afecten a su vida, pero el 68% está dispuesto a realizar sacrificios en el invierno, según un sondeo de ARD. Nadie quiere que el pago del gas ruso sirva para lubricar una matanza. 

Las importaciones rusas. En estos 100 días de guerra, Alemania ha recortado las importaciones de petróleo ruso del 35% al 12%; y las de carbón, del 50% al 8%. Eran las más sencillas por la existencia de alternativas rápidas. Queda el gas natural, pese que han disminuido la dependencia del 55% al 35%.

El Gobierno sostiene que un corte categórico de ese gas supondría una caída del PIB del 2% en 2023. Los grandes empresarios están de acuerdo, pero hay economistas que disputan estos datos que consideran exagerados. Habría impacto, pero no sería catastrófico. Se teme que el alza de los precios favorezca a la extrema derecha.

En las recientes elecciones regionales en Renania del Norte-Westfalia, el partido de Scholz sufrió un varapalo frente a la CDU. El SPD perdió 13 escaños y los liberales, 16. Los Verdes subieron 25. Son la fuerza que mejor está leyendo la realidad. 

Alemania impuso un programa de austeridad a Grecia en la crisis del euro de 2015, cuando gobernaba Syriza, a la que tildaban de izquierda radical. Se aprobaron rescates con recortes draconianos en el gasto público griego cuando en realidad fueron rescates a las empresas alemanas y francesas atrapadas en el hundimiento. Es curioso que ahora sean tan renuentes a aplicarse su propia medicina.  

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