La Opinión de Murcia

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El prisma

¿Bajar impuestos es buena política?

'Destruir el Estado del Bienestar', por J. L. Vidal Coy

Al consejero Luis Alberto Marín lo ha elevado Alberto Núñez Feijóo al Olimpo de la dirección nacional del PP como nuevo secretario ejecutivo de Economía y unas cuantas cosas más debido a las políticas por él aplicadas, bajo órdenes directas del baranda López Miras, «basadas en las bajadas de impuestos» entre otros méritos y si hemos de creer al secretario general de los populares regionales, José Miguel Luengo.

Viniendo la apreciación de quien viene, no hay otra que darla por cierta y entender que el PP sigue en su batalla por disminuir los impuestos que pagan ciudadanos y empresas para que, supuestamente, haya más dinero en movimiento que cree riqueza y empleo y mantenga el Estado del Bienestar. El mantra imposible del neoliberalismo, como ya demostraron en su día Margaret Thatcher y Ronald Reagan. Es decir, la misma receta formulada por Aznar y que más tarde aplicó a rajatabla el sucesor Rajoy tras la crisis provocada por el pinchazo de la burbuja inmobiliaria.

El caso es que, mientras se cantan las excelencias de la bajada de impuestos en los territorios que domina el PP, especialmente en Galicia, Madrid y Murcia, se ve paralelamente un incremento exponencial de las protestas en los sectores sobre los que, teóricamente, se basa el Estado del Bienestar y que son los primeros y primordiales sufridores de una falta de financiación sangrante.

No hay que hacer recuento. Basta con estar medianamente atento para constatar que no solo protestan todos los estamentos que componen el sector sanitario; también lo hacen los que forman el de la Enseñanza; y, cómo no, a ellos se suma el personal de los servicios sociales. Y también los usuarios de esos servicios.

Cada uno por su lado y no necesariamente coordinados, alzan su voz médicos, enfermeros, docentes, ciudadores sociales... Coinciden en algo: la situación de sus respectivos sectores no solo no se recupera de los recortes presupuestarios de Rajoy, aplicados disciplinadamente por los ejecutivos populares autonómicos, sino que además la falta de dotación económica sigue siendo progresiva y continúa afectando a la calidad y eficiencia de los servicios que se prestan.

El (pen)último en alzar la voz ha sido el nada sospechoso sindicato médico CESM que alerta de que la gran escasez de facultativos de urgencias hace «peligrar la calidad de la asistencia, la seguridad de los pacientes y la salud de los profesionales». Antes, y reiteradamente, se oyeron protestas similares de sindicatos de sanitarios de todo nivel, colegios profesionales y trabajadores de la enseñanza y de servicios sociales por los mismos motivos.

Con la consagración de Marín como secundario en la dirección nacional del PP, López Miras cree ver refrendada, si seguimos al ínclito Luengo, su política neoliberal de bajadas de impuestos para que Murcia siga escalando niveles a pasos agigantados en las listas estatales comparativas de calidad en servicios sanitarios, asistenciales y de enseñanza.

El optimismo al respecto del secretario regional Luengo no tiene límites pues está convencido de que Feijóo tomará como ejemplo a Murcia «para desplegar su política económica en toda España». Si es así, el señor nos pille confesaos. Porque de abordar una reforma fiscal que haga más progresivo el sistema para que los opulentos paguen más, de eso no se quiere ni oír hablar en el PP. El resultado está siendo ya que el Estado del Bienestar —esa antigualla, dicen algunos— se va al garete y solo los más ricos podrán pagar servicios cuya privatización se procura a marchas forzadas, mientras el IVA lo pagan todos los ciudadanos por igual. Y esto con una presión fiscal diez puntos inferior a la de países de ‘nuestro entorno’ más próximo. Así que, aunque se diga lo contrario, parece que lo que se persigue es destruir el sistema de atención pública, privatizándolo.

'¡Saque sus manos de nuestros bolsillo!', por Pablo Molina

Las subidas de impuestos benefician fundamentalmente a los políticos, que de esta manera cuentan con más dinero para comprar votos y renovar su mandato en el poder cada cuatro años. Por eso todos ellos, sin excepción, se felicitan cuando aumentan las partidas presupuestarias respecto a años anteriores, porque eso significa que aumenta su capacidad de gasto y, en consecuencia, pueden ampliar las redes clientelares que existen en toda sociedad fuertemente intervenida como la que opera con carácter general en los países desarrollados.

Son tan astutos que han conseguido convencer a los contribuyentes de que cuanto más dinero maneja el Gobierno mucho mejor para todos los ciudadanos, porque eso significa financiar un sinfín de cuestiones sin las cuales la vida sería prácticamente imposible. Y la gente, en su mayoría, se traga el cuento y le da las gracias al líder porque le saca el dinero del bolsillo, cierto, pero es que lo hace por su bien.

Pasa algo curioso, sin embargo, y es que ninguno de los contribuyentes convencidos de que subir los impuestos es bueno aporta voluntariamente dinero a la hacienda pública, a pesar de que existe un formulario específico destinado a ese fin. Cualquier persona puede dirigirse a la ventanilla de hacienda de su localidad y hacer un ingreso voluntario de la cuantía que considere oportuna, pero en los últimos ciento cincuenta años no se ha dado esa eventualidad.

De lo que se trata, por tanto, no es de subir los impuestos, sino de subírselos a los demás. Ese es precisamente uno de los resortes psicológicos que los políticos manejan con maestría, cuando anuncian una subida de impuestos pero añaden que solo afectará a los que más ganan. Ese final de la frase suprime el temor del contribuyente medio, convencido de que a él no le va a tocar. Sin embargo, toda subida de impuestos nos acaba afectando a todos ¿o es que alguien piensa que cuando aumentan los costes de las empresas no se repercuten en el precio final que pagamos los consumidores?

Otra estratagema para justificar el expolio de las clases medias y trabajadoras es la mentira de que en España tenemos una presión fiscal por debajo de la media europea. Aquí, los políticos confunden interesadamente presión fiscal y recaudación, dos conceptos completamente distintos. Con un simple ejemplo se pueden ver perfectamente las proporciones del engaño:

Imaginemos dos países con 100 contribuyentes cada uno que pagan un IRPF idéntico con dos tramos, del 20% para los que ganen menos de 20.000 euros al año y del 50% para los que ganen más. En el país A los 100 contribuyentes ganan menos de 20.000 euros, mientras que en el país B todos ganan por encima de 50.000. Con los mismos impuestos, la recaudación del país B es mucho mayor que la del A. Pero esto no significa que el país A tenga que subir el IRPF, sino que debe hacer las reformas necesarias para que sus habitantes se aproximen cada vez más a los niveles de prosperidad del otro país. De esa manera, la recaudación subirá de manera proporcional. Si se suben los impuestos para equipararse con B, el país A solo conseguirá empobrecerse aún más.

Andalucía es un caso perfecto a escala local. Con una de las mayores tasas impositivas es de las regiones que menos recaudaba. Pero eso sí, el PSOE ganó de calle durante cuarenta años, otro motivo para no imitar una política fiscal que llega a límites confiscatorios. ¿Quieren recaudar más? Bajen los impuestos. Y dejen nuestros bolsillos en paz.

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