La Opinión de Murcia

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Divinas palabras

El mesías de los oprimidos

En el último domingo de Pascua, en lugar de seguir leyendo a Juan, concluimos con Lucas, con un texto que tiene un sabor tardío. En realidad, el final del Evangelio de Lucas es un enganche con el Libro de los Hechos de los Apóstoles, que tradicionalmente se ha atribuido a Lucas, pero que es más probable que sea de un discípulo. La hipótesis sería que el final de Lucas ha sido retocado por este discípulo para unirlo a la obra posterior de Hechos de los Apóstoles, de ahí ese sabor tardío que decimos en el que Jesús se parece mucho al del Evangelio de Juan.

Estamos ante un Jesús Resucitado que explica a sus discípulos todo lo acontecido con él y que no son capaces de entender. En realidad estamos ante la concreción literaria de un proceso comunitario de asunción de los hechos de la vida de Jesús enmarcados en una estructura de pensamiento judío en la historia de la salvación: el Mesías debía sufrir por su compromiso con los oprimidos, pero Dios lo ensalzó resucitándolo de entre los muertos para llevar esta salvación partiendo de Jerusalén hasta el mundo entero. Este relato es el que fundó la comunidad cristiana de Jerusalén y los relatos vinculados a ella, especialmente el relato de la Pasión, Muerte y Resurrección, que se escribió entre los años 40 y 50 del siglo I en Jerusalén y que está recogido, con variaciones, en los cuatro evangelios canónicos.

La clave para entender el cristianismo está en comprender la historia como la manifestación de la voluntad amorosa de Dios y su compromiso con los oprimidos concentrado en la vida de Jesús de Nazaret. Jesús asume en su vida ese compromiso de Dios que está presente desde la liberación de un grupo de oprimidos en la escapada épica de un gran imperio como el egipcio, pasando por la crítica profética a la barbarie de los poderosos. Jesús está en esa línea de interpretación de la historia y la convierte en su propia misión, construyendo una propuesta en torno al anuncio del Reino de Dios.

Se trata de un modo de unir las tres realidades que componen la salvación humana: la personal, la comunitaria y la sociohistórica. El Reino es el proyecto de Jesús que sus discípulos deben continuar, pero para ello han de construir un relato consistente que dé sentido a la traumática experiencia de la crucifixión. Este relato es el que el final del Evangelio de Lucas nos propone: Dios, tomando partido por las víctimas de la historia, resucita a Jesús, víctima por excelencia, y en él a todas las víctimas de la injusticia y la barbarie. La historia, por tanto, tiene sentido, no es un final de muerte y sufrimiento, sino que el amor y la misericordia tienen la última palabra. La Resurrección de Jesús es la reivindicación de todo el sufrimiento de los seres humanos en el proceso de construcción de un mundo de justicia y misericordia.

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