Y no puede ser que así sea después de tantos años, proyectos, anuncios y discursos de aunar esfuerzos, pero lo es. Se avecina, dicen, un nuevo desastre ambiental en el Mar Menor más pronto que tarde.
Los ciudadanos de esta Región sensibilizados con la ecología y enamorados de las oportunidades que ofrece esta tierra desde esa riqueza patrimonial no damos crédito a lo que sucede, nuevamente, con la laguna estas semanas.
Fruto de los arrastres de las lluvias y del colmatado del acuífero Cuaternario, Gobiernos regional y central, comités asesores científicos y miembros de las organizaciones ecologistas llevan semanas advirtiendo de que se cierne sobre el ecosistema un episodio de sopa verde y falta de oxigenación con la consiguiente muerte de la flora y la fauna. Una vez más.
Pero lo lamentable no está en los avisos, fruto de controles al detalle de la calidad de las aguas, de medir los volúmenes de clorofila, fosfatos y nitratos, la evolución del fitoplancton y las experiencias anteriores que conducen al lúgubre pronóstico ya sufrido.
Está en que se presenta como irremediable, como sucedió el 12 de octubre de 2019 y se repitió a finales de agosto del año pasado. Estertores de la agonía de una laguna moribunda que venía arrastrando sus males desde décadas.
Desde aquellas fechas, nos han hecho escuchar montones de ideas, unas aparentemente razonables y otras propagandistas carentes de sentido común.
Se supone que se han aprobado normas, directrices y leyes de las que se han ejecutado, en sus disposiciones, las menos. Al resto se les ha prestado oídos sordos o contenían planteamientos difíciles por no decir imposibles de llevarlos a la práctica. Y a ello, hay que sumar la desgana de las administraciones y de los propios afectados para cumplirlas.
También hemos conocido muchos proyectos de regeneración, de control de vertidos, de aprovechamientos económicos del entorno presuntamente respetuosos.
Pero parece que algunos de estos se quedaron planteados sobre el papel al tiempo que otros, por el momento, no han servido más que para arrojarlos sobre los rivales políticos en un absurdo fuego cruzado. Como si dos médicos a ambos lados de la cama de un enfermo en estado grave se enzarzaran en discutir sobre el mejor tratamiento pero sin aplicar alguno viendo cómo se agrava el estado del paciente
Esta es la realidad, impotente e incompetente a la vuelve a enfrentase el Mar Menor a la vuelta de hoja de calendario aunque nos parezca imposible que se repita.
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