La Opinión de Murcia

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La nota

La semana de Feijóo

Feijóo ha confirmado esta semana que no ha llegado para insultar a Sánchez (ya lo dijo el primer día), sino para ganarlo. Es más, no quiere una cruzada contra el PSOE (como soñaban revueltos pero peleados Pablo Casado, Isabel Díaz Ayuso y Cayetana Álvarez de Toledo), sino dejar claro que el PP es un partido de gobierno (como en Galicia) y por tanto capaz de llegar a pactos con el Gobierno si lo cree conveniente.

No ha tenido una semana fácil. Ha debido tragar el sapo del primer Gobierno autonómico PP-Vox. Lo ha avalado (cree que sería peor renunciar a gobernar) pero ha querido dejar claro, con su ausencia en la toma de posesión de Mañueco, que no le gusta, que no es su modelo. Y ha declarado que preferiría pactos con el PSOE para que gobernara la lista más votada. Con la idea, claro, de que tras las próximas generales, el PP tendrá más votos que el PSOE. Lo dicen bastantes encuestas.

Pero lo de la lista más votada es complicado. El PP lo rechazó tras las autonómicas de 2019 en Madrid, Castilla y León y Murcia; Pedro Sánchez no lo quiere (prefiere dejar al PP con la única baza de abrazarse a Vox) y hay un problema ulterior de gobernabilidad. Pero, por el momento, con lo de la lista más votada rebaja el mantra de que su único recurso posible es Vox. Y en Castilla y León ha sido Sánchez el que no ha querido.

Por otra parte, quiere pasar página del fundamentalismo liberal del PP de Casado (carente de cabeza económica solvente) y en el que el gurú en la sombra era Daniel Lacalle, un ocurrente neoliberal sin ninguna experiencia de gobierno. Ahora Feijóo ha confeccionado un primer esbozo de programa económico que busca tener más atractivo electoral. Propone rebajar impuestos (lo que siempre gusta a la derecha) pero a los tramos de renta que ganan menos para compensar así la erosión del poder de compra por la inflación. Habrá que analizarlo, el FMI no lo recomienda, pero puede tener gancho. Y no es lo clásico de que los ricos paguen menos para que luego inviertan más.

Y parece que a Juan Bravo (no el comunero del siglo XVI, sino el consejero de Economía andaluz y vicesecretario del PP) le ha ayudado en la sombra Fátima Báñez, la exministra de Trabajo de Rajoy, ahora muy próxima a Antonio Garamendi. Fue ella la que desde la CEOE negoció con el Gobierno, CC OO y UGT la reforma laboral que se le atragantó a Pablo Casado y de la que Pedro Sánchez solo salió vivo en el último minuto y de penalti.

El problema de Feijóo es Andalucía. Todo su empeño puede saltar por los aires (o quedar muy pasado por agua) si tras las próximas adelantadas andaluzas, el PP tiene que dar entrada a Vox en el palacio de San Telmo. Por eso Moreno Bonilla duda, deshoja la margarita y todavía no ha decidido la fecha electoral.

Andalucía será su primer momento de la verdad. Una propuesta creíble de centro-derecha es poco digerible con dos pactos seguidos (Castilla y León y Andalucía) con Santiago Abascal. De alguna forma le amenaza algo similar a lo de Pedro Sánchez. Que un programa de centroizquierda que mira a Europa y confía en Macron pierde fuelle con unos socios que le ponen continuas zancadillas porque aún están en la izquierda paleolítica, aquella en la que el capitalismo es el mal absoluto.

Feijóo no llegó para insultar a Sánchez. Menos para ayudarle. Y Sánchez no quiere allanar el camino al nuevo líder de la derecha. Pero ambos pueden padecer la misma indigestión: necesitar a partidos más radicales para gobernar. Lo que, a medio plazo, genera fuerte inestabilidad. ¿Se huele?

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