La Opinión de Murcia

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Pasado a limpio

Vampirismo

La maldad existe y vive muy cerca de nosotros, se manifiesta cuando menos lo esperamos y envenena afectos nobles. Cizaña, ponzoña, envidia y otros muchos nombres que no descubrimos hasta que nos enfrentan a quienes queremos

Ilustración de Leonard Beard

Bienvenido a mi morada. Entra libremente y deja parte de la felicidad

que traigas.

Bram Stoker

Mi amigo Paco José Monteagudo dice que la misión del historiador es comprender las causas del conflicto. Debatíamos sobre la Guerra Civil española, pero es predicable de cualquier guerra y de otros muchos conflictos. La guerra de Ucrania tiene mucho de guerra civil, pues se libra entre pueblos hermanos por los designios y ambiciones de quien hace tiempo traspasó el límite del mal.

Entiendo las razones de Putin, como también podría llegar a comprender, haciendo introspección psicológica, las de los golpistas del 36. Puedo argumentar incluso las razones del presidente Sánchez para ofrecer a Marruecos la solución de una autonomía para el Sahara. En una abstracción prospectiva, puedo encontrar causas razonables, prevenciones de autodefensa o argumentos de conveniencia política. El nacionalismo no tiene por qué ser un sentimiento negativo, pues nace del amor a la propia tierra, pero si es exclusivo y excluyente, estará próximo a la frontera injustificable. El sentimiento de agravio, de persecución de las ideas, de privación de privilegios, podrían ponderarse en la legítima defensa, siempre y cuando ésta sea proporcionada a la agresión, pero no es admisible cuando la excede desmedidamente. 

El caso de Sánchez con el Sahara es un movimiento geoestratégico, con la vista puesta en el gas que puede entrar en Europa por España, el restablecimiento de relaciones con el vecino y otras adicionales conveniencias en los bloques de alianzas mundiales.

La comprensión de las causas es a menudo justificación del efecto. Eso es lo que hace cierto revisionismo histórico de orientación populista con su visión del levantamiento militar contra la República. Se puede incluso poner énfasis en los errores y disfunciones de ésta, pero un paso más allá de la comprensión nos enfrentará no sólo con la razón democrática, sino con la misma humanidad. Fue un golpe de Estado cometido por quien debía y juró defenderlo y luego una guerra civil sin clemencia.

La guerra de Putin puede verse como movimiento de defensa en la confrontación de bloques, en la pugna por mantener una posición hegemónica o en el nacionalismo ruso y la rusificacion. Parecido a Franco en su propósito de guerra a sangre y fuego frente a un enemigo muy inferior, por la nación, la raza o la religión. Las banderas son con frecuencia el refugio de lo irracional, cuando no directamente el de las almas despiadadas. 

En la frontera moral, la solución sahariana es otra puñalada a un pueblo maltratado, humillado, exiliado. En los estertores del ignominioso régimen franquista, Murcia dedicó una calle al ministro José Solís, protagonista de los Acuerdos Tripartitos de Madrid que culminaron con la entrega del Sahara a Marruecos y Mauritania; negocio tan infame que, por sí solo, justificaría algunas disposiciones de lo que hoy llamamos memoria histórica y empaña muchas glorias de una patria que loan algunos exaltados nacionalistas. 

Entender es sinónimo de comprender, pero no lo es de justificar. También el vampiro estaba movido por un amor inmenso, pero estéril. La fórmula hospitalaria es hermosa: deja parte de la felicidad que traes, pero el trasfondo es perverso. El conde Drácula la pronuncia en el umbral de su castillo. Recorrerá medio mundo para encontrarse con su amada, sembrando la muerte a su paso. Claro que quiere darle una nueva vida que de alguna forma reproduzca un amor perdido hace siglos, pero es una no vida. Su amor es venenoso, definitivamente mortal pues lleva consigo un daño insospechado, todo el mal que somos capaces de imaginar. 

La esencia del mal no es una figura literaria. Vivimos en una tierra maravillosa y conocemos a gentes de corazón generoso, pero supe desde chiquillo que hay afectos que devoran la nobleza de sentimientos. He visto enfrentados a dos hermanos por la noticia de una buena acción, pero contada como una intromisión ilícita por alguien de la familia. He sido testigo de cómo un vecino, ejerciendo de abogado de secano con los conocimientos de un cobrador de letras, daba lecciones sobre medianerías con las que ganó la confianza de sus ingenuos vecinos y los enfrentó con quien sólo pretendía levantar su hogar sobre los muros de la casa del padre. He sabido las historias contradictorias inventadas por un estafador para enfrentar a dos amigos; a cada uno le hacía una supuesta confidencia del otro que le perjudicaba gravemente y con ello ganaba arteramente su confianza. He escuchado difamaciones provenientes de testigos de referencia y fuentes indirectas, comentados para supuestamente proteger a alguien a quien se quiere. He visto aparentar amor donde ya nada quedaba.

La maldad existe y vive muy cerca de nosotros, se manifiesta cuando menos lo esperamos y envenena afectos nobles. Cizaña, ponzoña, envidia y otros muchos nombres que no descubrimos hasta que nos enfrentan a quienes queremos. La metáfora del vampiro no es sólo literaria. Es una historia muy conocida, pues desde el mito hasta los cuentos infantiles están llenos de otras similares. 

La manzana de la discordia, la que deja Eris en mitad del banquete de celebración de la boda de Peleo y Tetis, los padres de Aquiles, llevaba grabado el lema «para la mas bella» y, obviamente, no era para la novia, que no la había invitado. Se la disputaron Hera, Afrodita y Atenea, y dicen que fue el origen de la guerra de Troya, donde murió Aquiles, el hijo del amor de los novios. 

¡Cuidado! No estamos libres de transmitir el mal, llevados de supuestas buenas intenciones, sin darnos cuenta de que podemos haber sido envenenados por el vampiro. En la ficción sabemos que el espejo no refleja al monstruo, pero es otra metáfora, porque no hay manera de reconocer a los hijos de Putin, salvo por el efecto de sus actos.

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