La Opinión de Murcia

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Lola García

Murcia D. F.

Lola García

Murcia, ciudad de charcos

Las lluvias han vuelto a poner en evidencia los fallos arquitectónicos de una ciudad que, cuando caen cuatro gotas, se llena de pequeñas (o grandes) piscinas, aquellas a las que se han tirado en los últimos días los populares y el Gobierno local

Charco en Murcia.

Llueve sobre mojado es una frase hecha que en Murcia cobra todo su sentido. Hay multitud de aspectos de la capital de la Región en los que se podría aplicar esta expresión y puede venir a cuento, en esta ocasión, si se tiene en cuenta los lluviosos días que se han prodigado por estos lares. Las precipitaciones se han dado en abundancia y han generado pequeños charcos en numerosas aceras, calles y vados. Y hasta piscinas, que han sido aprovechadas por algún que otro piragüista en Guadalupe, una pedanía en la que los vecinos llevan denunciando desde hace meses la charca que se forma junto a las vías del tranvía.

Llueve sobre mojado porque la renovación de aceras y el nuevo urbanismo no han erradicado esa costumbre tan de Murcia de las salpicaduras cuando uno pisa una losa suelta, o de los charcos que se forman incluso en las zonas de tránsito de los peatones por culpa de una deficiente construcción y de una negligente supervisión por parte de los gestores municipales del Ayuntamiento de Murcia.

Llueve sobre mojado porque hace muchos años, un concejal con sensibilidad hizo un plan de charcos, que fue presentado a bombo y platillo y que iba a eliminar más de 80 puntos negros. Nunca más se supo de aquellas actuaciones que, seguramente, se harían sin tantas alharacas como se anunciaron. O quizá nunca se llegaron a hacer y a la vuelta de los años (ha pasado más de una década) las zonas de charcos siguen siendo las mismas.

Llueve sobre mojado porque en la Glorieta los grupos municipales siguen tirándose a la piscina, como siempre. Los populares andan estos días intentado hacer ver que conectan con las pedanías y que tienen muchos acólitos en las localidades donde gobiernan y donde no, una estrategia arriesgada si no se hace de continuo y trabajando con las bases.

Además, continúan en sus trece de volver a la vieja política, esa que quita y pone vocales al antojo del momento y el contexto. El último espectáculo lo han dado en El Raal, donde el todavía pedáneo se ha despachado sin tapujos poniendo en evidencia las formas de algunos concejales del PP y de altos cargos del Gobierno regional. También el Gobierno local se ha tirado a la piscina con los anuncios que ha realizado en la rueda de prensa de balance del año de la moción de censura.

La construcción de los cinco puentes sobre el Segura y el traslado de la estación de autobuses de San Andrés a la zona norte parecen más una carta a los Reyes Magos que proyectos a medio largo plazo. De momento, no han sido capaces de aprobar aún el Presupuesto del Ayuntamiento del 2022 ni de ejecutar importantes proyectos que iban en el 2021 y que permitieron a Podemos dar el voto para sacarlos adelante. Tirarse a la piscina cuesta poco, pero caer bien y sin hacerse daño no es tan sencillo. Que se lo pregunten a los clavadistas más famosos del mundo. Por nadie pase.

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