La Opinión de Murcia

La Opinión de Murcia

Juan Gaitán

Las horas

Juan Gaitán

Los mercados

Un mercado vacío es una sombra, una contradicción, un desatino. Un mercado vacío es una de las formas de lo estéril, algo inhóspito y desangelado, como el beso del traidor. Un mercado vacío es uno de los síntomas de la ruina.

En estos días, como en aquel soneto de Neruda, «en la ciudad andamos, como tantos, perdidos,/ temerosos de que cierren el mercado». No son los mejores versos del chileno, ni siquiera los mejores versos de ese soneto, pero sirven para componer la imagen del país en estos días.

Gobernar a veces consiste en saber medir hasta dónde se puede estirar la cuerda de la gente sin que se rompa. Llevamos mucho tiempo siendo exprimidos inmisericordemente por las multinacionales y por el Estado a través de precios e impuestos, y de pronto alguien se ha pasado de rosca y ha traspasado la delgada pero importantísima línea que separa la mera supervivencia del hecho insostenible de trabajar a pérdidas. Los camiones parados, el campo en pie de guerra, los pescadores en tierra… El país detenido, desabastecido, y los ciudadanos así, como en el soneto, «temerosos de que cierren el mercado».

Cuando la población no puede pagar la luz, el combustible, el precio de los alimentos, porque con todo se ha especulado sin más razón que la pura avaricia (nos están vendiendo productos comprados y almacenados hace más de un año, cuando no había guerra, a precio estratosférico), cuando la gente, digo, no encuentra el mínimo resquicio para poder seguir sobreviviendo, solo le queda el camino de la calle, del conflicto, de la lucha. Porque no basta con ganarse la vida, hay que poder pagarla.

De momento no ha salido ningún idiota a decirnos aquello de «nos hemos acostumbrado a vivir por encima de nuestras posibilidades». Hablamos del aceite de freír las croquetas y de llenar el tanque para poder llegar al trabajo. Hablamos de salir adelante, de que el dinero que nos pagan por trabajar baste, al menos, para cubrir los gastos de ir a trabajar. Entendemos eso de que una de las leyes básicas de la economía es la oferta y la demanda, lo que no tenemos tan claro es dónde empieza la especulación, pero empezamos a sospecharlo.

Es casi un tópico entre los viajeros el de visitar el cementerio y el mercado cuando llegas a una ciudad. «Si una noche de invierno un viajero», como en aquel título maravilloso de Ítalo Calvino, llegara hoy a nuestras ciudades, encontraría tan muertos los mercados como los cementerios, los vería como espejos enfrentados que reflejan el vacío. Ciudades desabastecidas, mercados vaciados porque, si bien es cierto aquello que dijo Machado de que «siempre hay un necio que confunde valor y precio», en esta ocasión ha habido más de un listo que ha confundido precio y rapiña.

Compartir el artículo

stats