La Opinión de Murcia

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Juan Gaitán

Las horas

Juan Gaitán

Niños bajo los escombros

Cuentan las viejas crónicas que allá por el verano de 1487, cuando las tropas de los Reyes Católicos cercaban mi ciudad para rendirla por el hambre, un grupo de guerreros hizo una salida a la desesperada para intentar apoderarse de algunos víveres del campamento de los caballeros de la Orden de Alcántara, el más avanzado, el más cercano a las murallas. Los comandaba Ibrahim Zenete, de quien se dice que luchando era un demonio. Zenete llegó cerca de las tiendas que servían de almacén, donde tres caballeros le salieron al paso. El guerrero había acabado con los tres cuando «oyó tras de sí un ruido extraño. Se giró y sus ojos se tropezaron con la mirada atemorizada de unos chiquillos que, abrazados entre sí, pedían clemencia. Aquel hombre que, un segundo antes, había respondido como un demonio al ataque de tres caballeros de la orden de Alcántara, esbozó una sonrisa y, bajando lanza y espada, dijo: Volved con vuestras madres, rapaces».

Yo no sé si alguna vez la guerra fue así, si aquellos caballeros medievales tenían un código de honor que les impedía matar niños, pero si alguna vez lo hubo se ha olvidado. Me desperté con la noticia de que Rusia ha bombardeado un hospital infantil en Mariúpol. «Hay niños bajo los escombros», clamaba el presidente ucraniano, y el Gobierno ruso dijo que iba a «pedir explicaciones» a su Ejército. A buenas horas.

He contado muchas veces esa vieja historia de Ibrahim Zenete porque me gusta pensar que alguna vez hubo compasión en el mundo, al menos con los niños, aunque sé que es un autoengaño. Casi al mismo tiempo que se me rompe el alma al conocer el bombardeo del hospital de Mariúpol leo que el equipo de arqueólogos de la Sima de los Huesos, en Atapuerca, ha descubierto una historia de violencia de hace 400.000 años. Los investigadores han encontrado cráneos con heridas mortales que se hicieron con objetos contundentes como piedras o palos. También han descubierto un dato brutal: los niños tienen igual o más lesiones que los adultos.

Eran preneandertales, pero ya fieramente humanos. La hipótesis de los expertos es que dos tribus se encontraron y se mataron unos a otros, indiscriminadamente y sin piedad. Después, los supervivientes arrojaron los cuerpos a la sima. Nada más viejo en el mundo que la guerra. Hace casi medio millón de años ya nos matábamos unos a otros y hemos seguido haciéndolo, lo único que hemos perfeccionado ha sido la manera. A lo largo de este tiempo nuestra evolución tecnológica ha sido espectacular, pero quizás no podríamos decir exactamente lo mismo de nuestra evolución ética. Seguimos matando niños y dejándolos luego bajo los escombros con idéntica crueldad.

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