Opinión | Pasado de rosca

Tiempo tormentoso

Bernar Freiría

Bernar Freiría / L.O.

Los nubarrones que veíamos aquí la semana pasada se han convertido en tormenta. La doméstica del PP está limitada a un vaso de agua comparada con el huracán que ha desencadenado la ofensiva de Putin en Ucrania. Independientemente del alcance de las operaciones bélicas desencadenadas por Putin, lo que parece pretender el dirigente ruso es nada menos que desplazar el centro de gravedad mundial y corregir la actual correlación de fuerzas. Claramente Putin está apostando por la hegemonía planetaria de los sistemas autoritarios, como el suyo, y el declinar de los sistemas democráticos. Al mismo tiempo, en el seno de estos últimos se está viviendo una crisis cuya manifestación más visible es el ascenso de los populismos demagógicos negadores de los derechos humanos -léase trumpismo estadounidense, bolsonarismo brasileño, el auge de la extrema derecha europea, etcétera- y cuyo fenómeno subyacente es la depauperación de las clases medias, auténtico soporte de nuestros sistemas políticos democráticos e ilustrados. 

Putin, con su ataque a Ucrania, plantea un arriesgado jaque en el tablero de ajedrez mundial. En esa partida el papel que juegue China será crucial. Porque la ofensiva militar seguramente quedará circunscrita a Ucrania, pero la respuesta euroamericana solo puede ser la de las duras sanciones económicas al agresor, dado que entrar en el terreno militar supondría aceptar el suicida juego de la ruleta rusa con las armas nucleares. El golpe que puede suponer para la economía rusa que Europa les deje de comprar gas y petróleo quedaría muy amortiguado si China absorbe -y paga- esos excedentes de combustibles. Las sanciones no le saldrán gratis a Europa, dada su dependencia -largamente mantenida y no subsanada- del gas ruso. Por un lado, sufrirá el inevitable aumento de su precio; y por otro pasará a depender de sus nuevos proveedores. No se puede decir que Europa y Estados Unidos sean ajenos al actual poderío chino, el actor que puede decantar hacia dónde se desplaza el fiel de la balanza de equilibrios. 

Décadas de deslocalización han convertido a China en la fábrica mundial, con todo lo que eso supone. Es posible que Occidente haya estado engordando al oso ruso y al dragón chino que amenazan ahora con devorar sus entrañas. Veremos hasta qué punto China querrá dejarse involucrar en la delirante aventura boreal de Vladimir Putin.