Los triunfos de nuestros deportistas sacan de nosotros lo mejor y lo peor. Y esas reacciones, a veces muy mezquinas porque no somos capaces de aceptar valores en los demás que nosotros no poseemos, nos fotografía, porque refleja todas las miserias que el ser humano puede atesorar, como ha ocurrido con el reciente y extraordinario triunfo de Nadal en el Open de Australia (el deportista balear hizo toda una demostración de entrega y compromiso, superando dos sets en contra, ante un jugador diez años más joven que él), donde una minoría de personajes han intentado dar la nota buscando minutos de gloria en los medios de comunicación.

Minutos que, seguramente, no hubiesen conseguido sin su crítica a un deportista tan grande como Rafael Nadal, que al ganar el Open de Australia ha superado a otros dos grandes, Federer y Djokovic, como el tenista masculino con más Grand Slam de la historia.

Una de esas voces discordantes, incapaces de reconocer ese mérito, llegaba extrañamente de alguien que ocupa un puesto importante en la dirección del deporte español: la directora de Programas de Mujer y Deporte del Consejo Superior de Deportes, Natalia Flores, en nombre de un feminismo mal entendido, intentaba quitar mérito a Nadal diciendo que «el domingo Nadal consiguió un hecho histórico, pero tres mujeres lo hicieron antes. No quiero quitar mérito a Nadal, quiero que seamos conscientes de que tres mujeres lo hicieron antes en la historia», recalcó en alusión a la australiana Margaret Court, con 24: la estadounidense Serena Williams, con 23, y la alemana Steffi Graff, con 22.

Por supuesto que hay que reconocer el valor de esas tenistas, pero cuando un deportista español consigue un triunfo tan extraordinario no se comprende que alguien con una relación directa con la administración deportiva intente rebajar la importancia del mismo, en una comparecencia ante los medios, preocupándose más de destacar que «se ha conseguido que la mujer esté presente en los órganos de representación del deporte español, con un 33% en las juntas directivas». Y pidiendo «poner en valor los éxitos deportivos independientemente del género», al referirse al éxito de Nadal en el Open de Australia.

Ciertamente, hay mujeres que confunden las churras con las merinas cuando les dan ataques de feminismo radical. Y es que en los últimos tiempos, hay algunas que hablan como si el feminismo hubiese nacido con ellas, ignorando que, entre otras cosas, ya en el siglo XVIII con la publicación de la obra Vindicación de los derechos de la mujer, de Mary Wollstonecraft, tuvo un importante desarrollo teórico, político y filosófico, hasta llegar a la aparición del feminismo como movimiento colectivo. Movimiento que se inició en la ciudad de Nueva York en 1848, donde se demandaba la igualdad de género, la no discriminación y se reclamaba el derecho al voto. Y de ahí, aquí, a discutir los méritos de Nadal por un feminismo que cae en el ridículo.

Ser feminista no es pensar que el hombre es tu enemigo. El feminismo es la lucha por la igualdad, por unos derechos que tradicionalmente han estado reservados para los hombres, y esos aires que han surgido en los últimos tiempos de descalificación del hombre para reforzar el papel de la mujer son sencillamente ridículos.

Yo le diría a la directora de Programas de Mujer y Deporte del CSD, Natalia Flores que el feminismo también tiene mucho que ver con el sentido común. Con que cuando una mujer ocupa un puesto de responsabilidad sepa estar a la altura del mismo (cualidades exigibles, también, a los hombres), y ella, al parecer, aún no se enteró de que está viviendo del máximo organismo deportivo español. Reconocer los méritos de los deportistas españoles (hombres o mujeres) debería de entrar en sus competencias.