Los intelectuales más sesudos y remilgados podrán tildar la exitosa saga Torrente, de Santiago Segura, de basura populachera. Pero lo cierto es que Segura ha conseguido crear con este personaje un icono, un referente nacional. Y eso lo he pensado hoy al comer en un bar cutre de Barcelona. Su decoración databa de los setenta, la comida era puro nutriente, todo estaba impregnado de una grasa milenaria y la gente hablaba a gritos. Me he dicho: «Esto parece una película de Torrente».