Me entero por la prensa especializada de que Iñaki Urdangarin, ex duque de Palma, sale, y entra, que es peor, con una mujer que no es la suya. También me entero de la misma noticia por la prensa no especializada, por el telediario de todas las cadenas, por los informativos de las emisoras de radio en bloque y por una amiga que me pone un whatsapp con los siguiente: «Infanta Cristina, cuernos». Esta noticia, a mi juicio, tan nimia, no lo será tanto puesto que ha tenido tal difusión.

Sin embargo, pienso yo, en mi ignorancia, que lo que haga este señor con su cuerpo y con el de su amante, yo no sé a ustedes, pero a mí me da exactamente lo mismo.

Sin embargo, sí me importó bastante la cantidad de millones que se llevó el hombre por la cara, esgrimiendo su condición de marido de una infanta de España, pero, claro, esto ya lo tiene casi pagado con los años que ha pasado en la cárcel esa donde estaba más solo que la una. Quizás por eso haya buscado el calor que le faltó en su celda en los brazos de esta señora (qué bonito, por favor).

Desde luego que no corren buenos tiempos para las casas reales. Si la inglesa está en crisis total, que es la de más raigambre, la más querida por sus súbditos, es que ya el mundo de estas familias está de absoluta capa caída. La reina Isabel II, la pobre mujer, ha tenido que ver en la tele, en la serie The Crown, que, desde el primer momento, su marido, el recientemente fallecido príncipe de Edimburgo se la pegaba, y, como dijo el poeta, ‘hasta con la vil gallofa, hubo lances y escarceos’.

Y, luego está lo del hijo Andrés, con los abusos a las chicas menores, el muy cabrón. Y el nieto, que ha puesto tierra de por medio porque le habían dicho sus parientes que a ver si el hijo le iba a salir negro, que, por cierto, se dice también que este muchacho, el príncipe Harry, no tenía problemas a la hora de acostarse con todo lo que se le ponía por delante. Estos nobles, al no estar nunca cansados por el trabajo, se hallan siempre dispuestos. Qué suerte.

Y, con respecto a los nuestros, pues que menos mal que los reyes actuales, don Felipe y doña Letizia, parecen ser de otro planeta diferente a todos los demás. En mi opinión, están haciendo su trabajo la mar de bien, y sin dar escándalos ningunos.

Es más, no hace mucho unos parientes franceses me decían que, sin ser monárquicos, les gustaría tener paseándose por sus maravillosos palacios a personas como nuestros reyes porque vestían mucho el cargo, él así tan alto, y ella tan bien vestida siempre y con cara de lista (al haber sido periodista, es natural). Lo que decían de Macron y su esposa, con respecto a la estética, me lo callo. 

Pero, las hermanas están ahí, aunque no sean ya ‘Casa Real’. De Cristina sabemos que, parece ser, lo de que su marido, además de jugar al balonmano, una vez casado y con los críos naciendo uno detrás de otro, ya tuvo líos con algunas señoras, según se supo por la investigación de sus llamadas y mensajes cuando lo del caso Nóos.

O sea, que esto de ahora no es nuevo, aunque sí más conocido por lo de las fotos. Y me cuentan los que lo presenciaron que Elena le daba unos gritos al marido, aquel hombre, Jaime de Marichalar, que temblaba la casa y que ella era dada a cogerse unos cabreos de tres pares con todo el mundo. O sea, que no era de trato fácil, así que el Marichalar se tuvo que retirar de la escena con el rabo entre las piernas.

Y de don Juan Carlos para qué vamos a hablar. Qué desengaño, oiga. Y por seguir con el tema que hoy nos ocupa, anda que, de cuernos, todos los que se le puedan pedir y más. Con lo buena persona que parece doña Sofía.

Pues ahí está, con la hermana para arriba y para abajo y el marido en Oriente Medio, como muy cerca. Y, encima, a él, las amantes le salen por un pico. Menos mal que tenía apartijos de millones por todos sitios y las trataba como a unas reinas, sea dicho con todo respeto, aunque a mí me parece que ellas, más que por su atractivo personal, iban con él para sacarle los cuartos.

Se les rompió el amor. ¿De tanto usarlo? Vaya usted a saber.